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Un
poeta español resucita a otro poeta español. Luis
Garcia Montero (Granada, 1958) otorga voz perdurable a Angel Gonzalez
(Oviedo, 1925-2008).
Una larga amistad y múltiples conversaciones, por muchos
años, le otorgan salvoconducto para contarnos la infancia,
adolescencia y juventud de un asturiano, aspirante a periodista, que se
fue a Madrid con la intención de convertirse en poeta. La
historia llega así hasta el año 1950 y en 400
paginas Garcia Montero logra darnos "la mirada de un niño
que veia pasar la historia". Una historia a la vez apasionante y
trágica.
Esta fecunda síntesis, entonces, de biografía,
ensayo y novela, se apoya, por decirlo así, en los datos
concretos de cronología y bibliografía ( una
curiosa bibliografía, pues el primer libro de poemas de
Angel Gonzalez : Aspero mundo aparecería en Madrid, en 1956)
pero sobre todo en los recuerdos imborrables de un poeta mayor, que ha
ganado el Premio Reina Sofía de Poesía y el
premio Príncipe de Asturias, y quien desenvuelve ante su
discípulo-colega lo que fueron aquellos años.
Revoluciones, guerra civil y dictadura, en una España que
dejaba atrás la monarquía, vivía la
república, padecía, en forma sangrienta, el
rechazo de la derecha a esta ilusión colectiva ganada en las
urnas y entre la pobreza y la censura, padecía durante
cuarenta años un régimen humillante, que la
aislaba del mundo.
Así describe Garcia Montero la tierra en que
nació Angel Gonzalez:
"El pais dormia
una siesta interminable,
vigilado por las torres de las catedrales y las conversaciones de los
casinos. Los caciques provinciales del partido conservador
coincidían en las conversaciones y las mesas de juego con
las cabezas bienpensantes de los liberales, y el malestar de la
juventud, que a veces saltaba como un venero de agua en medio de la
sequía, acababa diluyéndose en la rutina empapada
por el aire sediento de una nación sin pulso" (p. 37)
El libro de Luis Garcia Montero : Mañana no será
lo que Dios quiera (Madrid,Alfaguara, 2009) nos sumerje, en
consecuencia, en la vida de un niño que ve morir a su padre
cuando solo tiene 18 meses, por cuenta de una absurda
operación, un tanto vanidosa, para subsanar la cojera de la
pierna izquierda y quien, como el menor de tres hermanos,
tendrá una infancia sobreprotegida y egoista, a medida que
se hacia consciente de su tradición. Una larga herencia de
destacados pedagogos que en abuelo, padre, hermana y finalmente el
mismo, asumiria el proyecto laico de la Institución Libre de
Enseñanza y un pensamiento educativo que subsanara las
carencias de un país intolerante.
Pero el niño que cumple con los rituales de
inniciación de un niño (correr por un
túnel para adelantarse a la llegada del tren ; colarse en un
partido de futbol fingiéndose hijo de una pareja sin hijos)
y quien descubre la riqueza absorbente del mundo en las paginas de la
Enciclopedia Espasa y su milagro imprevisto en los versos sorpresivos
de RUben Dario, Federico Garcia Lorca, Antonio Machado y Pablo Neruda,
terminara encerrado en un más oscuro túnel : la
historia.
Un hermano fusilado, otro hermano exiliado en Chile, una hermana
depurada y una madre que por la falta de recursos debe acoger en su
casa, como huéspedes pagos, a inquilinos como los mismos
militares uniformador que asesinaron a su hijo. En tal
situación Angel Gonzalez verá ,a la vez, el
rostro exaltado de la generosidad humana y el rostro vil y maligno de
quien medra y ensucia todo cuanto toca. Así lo cuenta Luis
Garcia Montero tal como se lo conto Angel Gonzalez quien a su vez lo
oyo contado en la memoria subrepticia de una voz cercana, que
rompió el veto sobre los dolores privados, y que ahora este
libro airea como terapia colectiva.
"En el pueblo llego a saberse que un
vecino había vivido los últimos inviernos de la
guerra y los primeros de la postguerra abrigado con la pelliza de su
hermano Manolo. Se la robo después de matarlo, dijo, y le
contó algunas historias de aquel personaje.
También se llamaba Manolo. Era un canalla, un pistolero
legalizado y con patrulla al que el pueblo le volvió la
espalda por vanagloriarse de sus detenciones y sus asesinatos. Llego a
matar a gente muy cercana. La vieja doña Amparo, una vecina
que lo conocía desde niño porque era la madre de
su amiga Emma, que abrazo a sus piernas cuando fue a buscarla. Ay,
Manolin, no me mates. No se precoupe, Doña Amparo,
contestó él, no lo va a sentir, será
un tirín de nada" (p. 285)Insucesos como este nutriran la
rigurosa moral republicana de Angel Gonzalez, con el enemigo siempre
cerca, a quien no tenia mas remedio que padecer, en lo estrecho de una
ciudad de provincia, y le darian a su voz, "del lado de los que
perdieron todas las batallas", ese acento, tan realista , tan sobrio y
desencantado, capaz de "Perder muchas veces para nod arse por vencido".
O en uno de sus versos definirse como :
" El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento".
Muchas
y variadas sugestiones puedes extraerse de este recuento
vivencial e histórico de una epoca tergiversada, por el
bando vencedor y los largos y agobiantes años de la
dictadura de Francisco Franco y sus moros, tambien aqui visibles desde
la optica del niño. Pero son ahora los reprimidos quienes
resurjen dándonos su punto de vista. Los dilemas morales
ante poetas que se admiraba, como Gerardo Diego y su
libérrimo arsenal vanguardista, transformado en cantor
aulico del regimen y su caudillo. Lo cual tambien obligaría
a proyectar esos interrogantes sobre poetas destacados como Manuel
Machado y Luis Rosales. ¿Fue el miedo, el peso de la
religion católica, la toma de partido de las esposas, en pro
del orden y la estabilidad que imponían, a que costo los
fusiles del ejército, los que los llevaron a dudosos cantos
a la figura nada heróica de Franco?
El libro sobre el pasado de un poeta es
un libro hondo sobre un
presente donde los editoriales del periodico Avance aun continuan
vibrando en su primera página con consignas tan propias de
una tierra de mineros como Asturias : "Cojones y dinamita". Pero de
allí también resurje una generación de
los años 50 que integrada por Jaime Gil de Biedma, Carlos
Barral, Jose Manuel Caballero Bonald, Jose Agustin Goytisolo y Angel
Gonzalez haría de su "realismo crítico" el
instrmento operativo para recobrar el tono perdido. Tono donde la
música es tan decisiva como el "lenguaje común
del hombre medio de la calle" . Ese tono que percibimos en tantos
poemas de Angel Gonzalez citados en el texto.
He aqui lo que ha logrado, a cabalidad, Luis Garcia Montero en esta
reflexion moral y a la vez aventura narrativa, done la etica no esta
disociada de la estetica, y el caracter historico de los sentimientos
se inserta, en torno a la figura individual de un unico poeta y su
familia en el marco colectivo que lo determina pero que el, en sus
versos, recrea y trasciende con la palabra depurada que
terminó por vencer a todos los silencios y que hoy
escuchamos, por fin, en su fragil y sin embargo tan erguida contextura
humana. Sin esperanza pero con convencimiento.
Juan Gustavo Cobo Borda
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