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"Unos
veteranos de los Cuerpos de Paz, que acababan de pasar tres
años en el Cauca y en Putumayo, se habían
convertido de la noche a la mañana en expertos en
éter y en acetona y en ácido
clorhídrico, y donde se armaban ladrillos de producto que
podrían alumbrar un cuarto oscuro con su fosforescencia.
Bien lo sabía él, que había echado
números en un papel con Ricardo y calculado que un Cessna
cualquiera, si se quitaban los asientos de pasajeros, podía
cargar unas doce tulas repletas de ladrillos, unos trescientos kilos en
total, y que, a cien dólares el gramo, un solo viaje
podía producir noventa millones de dólares de los
cuales el piloto, que tantos riesgos corre y tan indispensable resulta
para la operación, podía quedarse con dos".P 208
Este es el origen histórico de esta novela : los Cuerpos de
Paz enviados a Colombia en tiempos del presidente Kennedy, en 1969,
para colaborar en tareas de educación y desarrollo
comunitario. Quienes ya en el país, al disfrutar las
bondades de la marihuana colombiana, decidieron hacer negocios con la
misma exportándola clandestinamente a Estados Unidos, con la
complicidad, en muchos casos, de pilotos colombianos. Las rutas
abiertas
servirian luego para la cocaina.
Ricardo Laverde, el nieto de un héroe colombiano, aviador
condecorada por su desempeño en la guerra contra el
Perú, será el protagonista de esta trama, bien
sustentada en una historia que abarca así a toda una
generación, la de los años ochenta. Fiel a la
tradición familiar, se hará rico al pilotear
pequeños aviones que introducen la yerba, ante la cada vez
más exigente demanda norteamericana, en los años
de Vietnam y los hippies. Sin embargo, en su primer vuelo para
transportar cocaína, es atrapado y condenado a diecinueve
años de prisión en USA.
Ha dejado en Bogotá a su hija y su mujer, Elaine Fritts, una
activista de los Cuerpos de Paz, huérfana educada por sus
abuelos, quien se aloja en la casa venida a menos de los Laverde,
quienes ya alquilan habitaciones para sobreaguar. Su
relación con Laverde concluirá en boda y en la
adquisición, más tarde, de una hacienda en La
Dorada, con los dólares de los primeros viajes exitosos.
Elaine terminará por mentirle a su hija Maya, muy
pequeña entonces, diciéndole que su padre
había muerto y cuando ella ha crecido y sea universitaria,
su madre retornará a Estados Unidos. Solo que Laverde
reaparece ; Elaine Fritts decide regresar para reencontrarse con el
padre de su hija, y muere trágicamente en un accidente de
aviación en el boeing de American Airlines que se
estrellaría en El Diluvio, rumbo a Cali, en el vuelo 965, de
1996.
Pero Laverde, jugador de billar en los cafés de la calle 14,
una vez salido de prisión, tendrá un
parco interlocutor en Antonio Yammara, profesor de Derecho. Cuando
Ricardo Laverde muere asesinado por dos sicarios en moto, y Antonio
resulta herido, este se dedica a indagar en la secreta vida de su
amigo. La pesquisa pondrá en riesgo su matrimonio y se
hará con el trasfondo de la mítica hacienda
"Nápoles" de Pablo Escobar, ahora desvencijada por completo,
y sus legendarios hipopótamos negros. Se visualiza
así, con eficacia narrativa, como la droga hirió
de muerte a un país y marcó demasiadas
vidas . Y como sus consecuencias no cesan y el preguntar por sus
orígenes nos revela verdades eludidas o culpablemente
silenciadas. Esa verdad que Juan Gabriel Vásquez,
ávido lector de Joseph Conrad, ha logrado exponer, en esta
su tercera novela, con innegable pericia y habilidad constructiva.
Sólo que bajo la tersa eficacia de su desenvolvimiento van,
aturdidos y perplejos, todos sus protagonistas, golpeados y atontados
por los golpes inconsultos del azar y sus inclementes destinos. Vidas
arruinadas,como la de la hija de Ricardo Laverde en el estupor de un
país, que busca hincarle el diente, ya sin moral alguna, a
los espejismos de la riqueza y sólo encuentra, en cambio, la
factura cada vez más alta que debe pagar en muerte, dolor y
debates estériles ante las inexorables leyes de un negocio,
al cual muy pocos parecen resistirse. Quizás, como
pasó con la novela de la violencia, sólo cuando
la novela de la droga amplíe su espectro de
comprensión y análisis (como en este caso) se
respiren mejores aires, y se escuche con más
atención la voz vidente de la poesía,
representada en estas páginas por José
Asunción Silva, León de Greiff y Aurelio Arturo.
Apenas unas pocas palabras desnudas, ante la muerte, en esa
resignación que era "una suerte de idiosincracia nacional "
(p. 19).
Juan Gustavo Cobo Borda
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