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iglesias y conventos. Coto y lepra. Y cuatro agentes municipales,
segun un Virrey, que se encargan del aseo: los chulos, la lluvia, los
burros y los marranos.
Afición por el teatro, bailes, tertulias y procesiones, los
180 dias de
fiesta, si se incluyen los domingos. "Los que no poca culpa tienen de
que los colombianos se hayan vuelto perezosos y reacios al trabajo" (p.
31). Palabras de un inglés, Cochrane, quien en uno de los
mas amenos e
ilustrativos volumenes de "Libro al viento", De paso por
Bogotá,
2008, nos permiten situarnos con claridad
en nuestros orígenes. En darnos un sentido concreto de como
se fue
configurando la ciudad, en gentes, urbanismo e instituciones.
También
las palabras de Cochrane han revelado dimensiones que ignorabamos . "El
palacio que habita el presidente de la república puede
tildarse de cualquier cosa menos de suntuoso; tiene un techo plano y
está construido con ladrillos simples secados al aire. El
ala más larga sirve de cárcel y los paseantes son
molestados por los presos, quienes les piden limosna o simplemente
conversan con sus amigos". (p. 20-21)
Ciudad aislada e introvertida, tres veces por mes sale y se moviliza el
correo de Cartagena a Bogotá y viceversa, con una demora de
19 a 20 dias hasta Bogota, "y alrededor de diez dias hasta Cartagena,
navegando río abajo" (p. 32) El mundo quedaba lejos y estos
viajeros, un inglés, un argentino, un suizo, un
francés y un
norteamericano, que integran el indice del No. 44 de la
colección, son testigos fieles, que toman pormenorizados
apuntes, y que gozan de un estatus singular. Son seres
exóticos, aves
de paso por una comarca no muy visitada. Como lo
señaló el historiador David Bushnell en su ultimo
escrito, "Colombia
en el mundo", incluido en el
volumen colectivo
dirigido por Eduardo Posada Carbó, Colombia crisis imperial
e independencia, Madrid,
Mapfre-Taurus, 2011, "Habiendo sido una
colonia muy de segundo orden dentro del imperio español,
Colombia - o Nueva Granada en la terminologia primordial - se
convirtió de repente en un pais lider de America Latina
durante la epopeya de la emancipación. Después
volvió, casi enseguida, a una relativa oscuridad
internacional de la cual no saldria sino bien entrado el siglo XX" (p.
87)
Aislamiento geográfico y subdesarrollo económico
fueron
rotos, por momentos, gracias a la figura de Bolivar y el papel
estratégico de la capital. El esquema se rompió
pero la ruptura resultó efímera.
Conclusión: "tan solo un ínfimo número
de neogranadinos
conoció de manera directa el mundo exterior" (p. 88)
Años más tarde (1881-1882), Miguel Cane, el
argentino reitera estas características sobre la ciudad, "en
la cumbre de un cerro perdido en las entrañas de la
América" (p. 63), donde la acción municipal, en
relación con la basura, resulta "deslumbrante en
su eterna ausencia" (p. 39)
Retrato donde se empieza a configurar el perfil de su habitante:
"El bogotano es esencialmente
escéptico;
capaz de todos los entusiasmos, tiene cierto desden de hombre de mundo
por la declamación patriotera de media calle" (p. 56)
Añadiendo " He dicho antes que Colombia se ha refugiado en
las alturas, huyendo de la penosa vida de las costas, indemnizandose,
por una cultura intelectual incomparable, de la falta completa de
progresos materiales" (p. 73)
Creo que aqui se puede sugerir un libro que falta : la imagen que de
Bogotá tienen las regiones del país, y, por
cierto, de los
innumerables textos escritos desde lejos, o viviendo en ella, de los
provincianos que la sufrieron, disfrutaron, denigraron o realizaron su
obra en ella. En sus periódicos o en sus galerias de arte.
Tratese de
Gabriel García Márquez o de Fernando Botero, en
un momento de sus
trayectorias. En todo caso, hay una página de Miguel Cane,
donde al
hablar del altozano de la Catedral, los malos olores de las calles, o
los equívocos perfumes del mercado, se transforman en un
centro
neurálgico de vivacidad intelectual y de humor
característico.
"Allí viene un cuerpo enjuto, una cara que no deja ver sino
un bigote rubio, una perilla y un par de anteojos ... Es un hombre que
ha hecho soñar a todas las mujeres americanas con unas
cuantas cuartetas vibrantes como la queja de Safo ... es Rafael Pombo.
Y Camacho Roldán y Zapata, Miguel A. Caro y Silva,
Carrasquilla y Marroquin, Salgar y Trujillo, Esguerra y Escobar... todo
cuanto la ciudad encierra de ilustraciones en la política,
las letras y las armas."( p. 53)
Luego, en relación con la política, una
política de continuos
altibajos, de cambios de casaca, revoluciones y desastres, nada resulta
muy estable pero el puesto público se constituye en el
soporte
imprescindible para subsistir. En todo caso, una tarde, el Dr. Carlos
Holguin, "jefe de una de las secciones mas importantes del partido
conservadoor" (p. 72), caido en desgracia luego de la
revolucion de 1876, se paseaba melancolicamente por Bogota "cuando del
seno de un grupo liberal salio el grito de -¡Abajo los
conservadores! Holguin se dio vuelta tranquilamente y
encarándose con el gritón, le dijo con su acento
más culto: - ¿Tendría usted la bondad
de indicarme cómo es posible colocarnos mas abajo aun de lo
que estamos? "(p. 73).
Por su parte el suizo Rothlisberger, profesor que publica su libro en
Berna, en 1897, tambien señala otros rasgos de
interés. "De
Bogotá se ha dicho con alguna razón, que es un
convento en armas, pues,
junto a la Iglesia, mandan las fuerzas armadas, o mas bien sus jefes"
(p. 110). Iglesia y ejército. Las dos únicas
instituciones
organizadas con rigor. En sentido contrario, actuan la chicha, que
embrutece las cabezas; y la politica, que "corrompe el caracter" (p.
91). Comenzamos a vivir entonces esa sensación de deja vu,
de ciclo recurrente, donde ante la inseguridad se impone "una reforma
radical de la justicia", siendo ineficaces la horca y el fusilamiento.
Pero lo revelador de la literatura es su caracter concreto. La
anécdota diciente. Ante el drama de un incendio, "Se estuvo
buscando en vano la bomba de extinción y resulto que el
entonces ministro de guerra se la habia llevado a su finca para regar"
(118).
Los bienes públicos al servicio de los intereses
particulares. Pero
estos cronistas viajeros tambien nos brindan una perspectiva cultural,
que tiene que ver con nuestro tema. El suizo menciona un retraso
visible : "Es raro ver en las paredes de estos salones cuadros o
grabados realmente buenos, los que dan casi siempre la medida de la
altura espiritual del dueño de casa" (p. 80). Por su parte,
el frances Mollien lo respalda: "En algunas casas las paredes estan
empapeladas; la mayor parte estan adornadas con guirnaldas de flores y
figuras que delatan el mal gusto del pintor y el dueño " (p.
136).
En esta ciudad de 20.000 habitantes y 200 extranjeros, hacia 1800, no
se insinúa todavia ningun rastro de cultura visual, al
incorporar las
artes plásticas a la vida cotidiana . No asi, por supuesto,
en los
altares de las iglesias coloniales, y el esplendor lujoso de su
orfebrería. Estamos dentro de una cultura letrada, tal como
la
describio Mollien:
"La afición
erudita que algunas personas
tienen por las ciencias y las letras ha llevado al Gobierno a fundar
una biblioteca que consta de unos 6000 volumenes y a crear un jardin
botánico y un observatorio. Estos estan completamente
abandonados: hay
tres imprentas que tienen poco trabajo, pues solo editan dos semanarios
y algunos alegatos de abogados " (p. 155).
No
olvidar que en 1808 habia dos centenares de ellos en todo el
virreinato. Concluyamos entonces, este viaje en la capsula del tiempo,
con dos notas de Mollien:
"Con tal de que no les hagan pagar
impuestos y de que les dejen criticar a su gusto, los bogotanos se
creen libres. Despues de haber sido Bogotá la que diera el
impulso
revolucionario, de ahora en adelante lo recibirá de las
provincias, y
cualquier enemigo que se adueñe del llano entrara en la
capital". (p. 156).
Como lo dijo el general Tomás Cipriano de Mosquera en una de
las muchas
ocasiones en que fue depuesto de la Presidencia, el pais vivia "la
anarquía normal", y la alarma como estado natural de los
espíritus.
Y concluye Mollien : "Hay una plaga
verdaderamente espantosa que aflige
a Bogotá: los pobres" (p. 146)
Inteligentemente seleccionados y acompañados por notas de
Julio Paredes Castro, los textos de estos cinco viajeros que pasaron
por Bogotá entre 1820 y 1880 nos dan en este
número de Libro al Viento una polifacética y
justa visión de la capital en aquellos momentos.
¿Ha cambiado mucho?
Juan Gustavo Cobo Borda
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