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En 1978, Carlos Drummond de Andrade
publica en español su
libro de crónicas, en prosa y en verso, llamado El poder
ultrajoven.
Una de ellas "Manuel, o la muerte niña" esta dedicada a
Manuel Bandeira (Recife 1886-1968), donde evoca al amigo y maestro, que
a los setenta y seis años hace cola para tomar el autobus a
Copacabana, mientras lee Maria Estuardo de Schiller, en
alemán, para
traducirlo.
"Manuel,
impavido, sonrie, dientudo, miope. Nunca se queja. A los
setenta y ocho años traduce el Rubaiyat como si estuviera
comenzando su carrera literaria" (p. 247)
Una anecdota final cierra el retrato.
"Bajo el peso
de la vida, iba tan suelto por la calle que un admirador
lo detuvo para preguntarle:
-Diculpe
... ¿ no puede decirme cual es el secreto de su
juventud?
Sufrimiento-fue la respuesta".
Pero quizas no siempre habia sido asi. En todo caso lo débil
de su
salud lo envió joven a Davos, Suiza, donde
conocería a Paul Eluard, a
curarse de esa tos cavernosa. Al regresar a Brasil participa en la
Semana de Arte Moderno de Sao Paulo, con 36 años.
Música,
pintura, poesía, sacuden la atmósfera y los ismos
europeos (futurismo,
cubismo, dadaismo) mandan al sótano las viejas ropas de
parnasianos y
simbolistas y proclaman, desafiantes, por la voz de Bandeira el nuevo
programa:
"Estoy harto
del lirismo comedido.
Del lirismo bien educado.
Del lirismo funcionario público con libro de registro
expediente
protocolo y manifestaciones de aprecio al señor director.
...
- No quiero saber nada del lirismo que no es liberacion".
Los
títulos de sus libros confirman esta actitud : Carnaval
(1919),
Ritmo disoluto (1924) y Libertinaje (1930). Pero por debajo de ellos
hay una veta de dolido escepticismo, de desencanto y "alegre pesimismo"
como lo califica Luis Alberto Sánchez.
Una mujer con la cual no podia vivir libremente, una mansa carrera
pedagógica, que produciria cursos, antologías,
historias de la
literatura hispanoamericana y brasileña, marcaron su
existencia, solo que ella era tambien gratificada con iluminaciones a
la vez carnales y trascendentes como, por ejemplo, en este "Teresa", de
Libertinaje.
"La primera
vez que vi a Teresa
Descubrí
que sus piernas eran estupidas
y tambien que su cara parecia una pierna
Cuando vi a Teresa de nuevo
Descubri que sus ojos eran mucho mas viejos
Que el resto del cuerpo
(Sus ojos nacieron y esperaron diez años a que naciera
el cuerpo)
La tercera vez ya no vi nada
Los cielos se mezclaron con la tierra
Y el espiritu de Dios volvio a caminar sobre las aguas".
(Traduccion
Washington Delgado).
Incongruencia y lirismo y una afimacion, que luego modulara en muchos
acordes, sobre el fulgor del encuentro amoroso ( "Unidad", "Arte de
amar" ) y las frases que resumen su filosofia al respecto:
"Deja a tu cuerpo entenderse con otro cuerpo.
Porque los cuerpos se entienden, pero las almas no". (1948)
Quizas podemos entrar en el corazon de la poesia de Bandeira a traves
de dos de sus versos. El primero, que muestra la distancia con que este
enfermo padece el mundo, vence la tuberculosis, y sin embargo conserva
esa conciencia de miedo y fragilidad de quien esta expuesto a recaer:
"La vida
entera que pudo ser y no fue.
Tos, tos, tos".
("Pneumotorax")
Por ello, entre los que "toman eter, otros cocaina", el
se emborracha "con tristeza". Es el mirar desde la barrera. El no saber
bailar. El padecer, sintiendose ajeno, lo inalcanzable de los goces y
las dichas. El reino que no era para el. Mas tarde, en 1936, en
"Momento en un cafe", la escena se hace mas diversificada y compleja,
menos autobiografica. Al ver pasar el cortejo funebre los contertulios
se descubren. Pero solo uno "se descubrio con un gesto /amplio y
demorado" (quizas el propio poeta
"Solo el sabia
que es inutil
La feroz agitacion de la vida
Que la vida es traicion".
El poeta que con tanta ironia nos mostro los cuadros vivos de la
cotidianeidad, como en "Tragedia brasileña" es ahora ahora
el filosofo hondo que al recordar la emocion en la tranquilidad quiere
morir en forma absoluta, sin dejar siquiera el recuerdo de su nombre.
Sin embargo, en un mundo en que todo es "vil, zafio y arduo", amigos y
enemigos del viejo bardo deben saber que el aun "cercado vive por mil
peligros (no huele rosas, mas come cardos".
Juan Gustavo Cobo Borda
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