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El solitario de la calle 76:
Nicolás Gómez Dávila



Juan Gustavo Cobo Borda



Tengo delante de mi dieciséis bien contados artículos de la prensa italiana: La República, Il Tempo, Corriere della Sera, L' Espresso, L'Eco di Bergamo, Unita. Hablan todos ellos -¡y en qué términos!- de un colombiano a quien conocí y del cual fui orgulloso editor: Nicolás Gómez Dávila (1913-1994).

¿La razón? La aparición en Italia, publicado por Adelphi, de un libro suyo de 192 páginas y que cuesta 20.000 liras.

Lo llaman "el suceso del verano". Fechados a mediados de 2001 glosarlos, un año después, hace honor a quien concibió estos aforismos: In margine a un testo implícito. Nada más deletéreo que la actualidad.?

Picoteo aquí y allá. Dice Il Tempo: "Sea por el estilo, sea por la inteligencia, Gómez Dávila se impone como uno de los grandes maestros del pensamiento fragmentario, como fueron Pascal, la Rochefeucald, Rivarol, Krause, Cioran, delante de los cuales no aparece de ningún modo disminuido".

Añade Il Secolo d'Italia: "La sabiduría y grandeza del pensamiento de Gómez Dávila, por tantos años recluido en su biblioteca de Babel, ha observado en profundidad el ethos del Universo".

Se asombran todos de que un bogotano, hijo de un comerciante en telas, educado por los benedictinos en París, y quien jamás pasó por la universidad, se haya refugiado en su casa Tudor de la calle 76, rodeada de 30.000 volúmenes.? Desdeñó las embajadas de París y Londres, y se limitó, aparentemente, a leer, pensar y escribir, dentro de un reducido círculo de muy fieles amigos: "Vivir con lucidez una vida sencilla, callada, discreta, entre libros inteligentes, amando a unos pocos seres". Tal su idea.?

Pero detrás de esta existencia afable y sosegada iba a estallar un volcán arrasador en contra de todas las mentiras que nos paralizan. Aquella, por ejemplo, de producir, acumular y consumir dentro de la lógica perversa de un progreso aparente que ensució lo sagrado, arruinó la naturaleza y creyó, estúpido, que las catedrales habían sido construidas para incrementar el turismo.?

Como se reiría, inocente, travieso, con su puro en la mano, Nicolás Gómez Dávila al saber que Unita le agradece por "su desesperación, por su honesta filosofía".?

Primero fue en Alemania, ahora Italia. España, en las ediciones Altera de Barcelona, lo recoge también. Síntesis de esos Escolios a un texto implícito (1992) cuyas pruebas le llevaba feliz después de las nueve de la noche, para conversar, ahí sí, de lo divino y lo humano, mientras el silencio se ahondaba en humanidad afable y civilizada. "Tache, tache, Don Juan Gustavo, que uno escribe tantas bobadas".

Ahora los muchachos, en Colombia, vuelcan en sus computadores la totalidad de estos Escolios, y los leen y los reordenan, subtitulándolos según sus intereses. Por su parte, Benjamin Villegas luego del suceso que fue la selección de sus Escolios (2001) edita Textos I: allí donde la reflexión de la prosa comienza a liberarse de las cadenas previsibles del pensar y se condensa en la llama fría, irrefutable por poética, del aforismo. ?Carrera 11 No 76-16: Abro la verja, subo los escalones, toco el timbre. "Bienvenido, Don Juan Gustavo", y la voz comienza a desgranar su sabiduría:?

"Cuando el diálogo es el último recurso, la situación  ya no tiene remedio".

?"O aprendemos de la tragedia griega a leer la historia humana, o no aprendemos nunca a leerla".?

"Quien cita a un autor muestra que fue incapaz de asimilárselo".

?Gracias, Don Nicolás, pero en realidad me gusta citarlo a usted.

Textos I?
Nicolás Gómez Dávila?
Villegas editores


Juan Gustavo Cobo Borda

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