/ensayos | |
Relecturas inquietantes: 'La peste', de Albert Camus Juan Gustavo Cobo Borda |
|
Las precisiones -meses en que comienza y termina el flagelo, número de muertos- no soslayan los dilemas morales a que se ven enfrentados los personajes, y sobre todo el médico narrador que al final se nos revela como el autor de este testimonio: el Doctor Rieux. ?Ese médico austero e infatigable que no comulga ni con la trascendencia de la fe ni con los turbios negocios de los hombres. Un santo laico como también fue visto (y criticado) en algún momento el verdadero autor: Albert Camus (1913-1960). El hijo de una familia pobre argelina que en 1957 ganaría el premio Nobel de Literatura y que hoy ve crecer, como Borges y Faulkner, su gloria límpida, depurada y clásica.? Incluso la de su amigo-antagonista, Jean Paul Sartre, por ejemplo, decae cada día más ante la revelación de sus seniles desvaríos políticos e incómodas remembranzas geriátricas y sexuales. ?Camus no. Murió joven, como un héroe besado por la gloria del premio, en un accidente de auto, dejando una novela inédita y dando pábulo a la leyenda. ?Pero también prefirió hablar claro, desde el comienzo, con figuras como Mersault, en El extranjero, o Calígula, en su obra de teatro, sin olvidar La peste y La caída, con su protagonista Abogado-juez-penitente. Claro, en cuanto hizo visibles sus desgarradoras contradicciones. ?No vaciló en señalar a Hitler y el nazismo como el enemigo al cual estas páginas de La peste atacan indirectamente. Y si bien un dulzón y nauseabundo olor de hornos crematorios al incinerar cadáveres se respira al fondo, contaminando la ciudad y sus habitantes, Camus fue más allá y vio mejor. Se sustentó en el Diario del año de la peste en que Daniel Defoe fijó la acaecida en Londres y la convirtió en algo que nos puede suceder a los hombres en cualquier momento. Aquí en Colombia, por ejemplo, hoy en día.?Comenzó por introducirle esos toques existencialistas, ese absurdo cotidiano que rige la condición humana: "Es lo mismo para todos: la gente se casa, se quiere todavía un poco de tiempo, trabaja. Trabaja tanto que se olvida de quererse". ?Y mostró cómo el mecanismo de la peste recomienza siempre, y termina por insensibilizarnos, en su monótono trasegar de pies aplastando falaces esperanzas.?De ahí surge esa fatiga cotidiana que nos vuelve autómatas mecánicos, ciegos en nuestros propósitos. Sólo que para la peste no hay islas. Convierte el egoísmo individual en tragedia colectiva y nadie queda libre de sus efectos. Si bien ante ella algunos crecen en densidad interior y vocación comunitaria, otros aprovechan el descuidado relajamiento de las leyes para medrar en ese clima del cual se abusa como excepcional. Sobornar un guardia, contrabandear un licor.? Así no se dan cuenta de que ya todos estamos en la peste. En esa interminable derrota que es la peste. Y que quizás lo excepcional sea la salud y la armonía. Provinciano, hombre de la frontera, y miembro de una minoría, como lo caracterizó con acierto Mario Vargas Llosa, Camus desde su posición excéntrica pero no por ello menos comprometido en la Resistencia, pudo dar la más acertada síntesis de aquella -y de todas las épocas. Por boca de Rieux dirá: "Estoy harto de la gente que muere por una idea. Lo que me interesa es que uno viva y muera por lo que ama". ?Conformidad y negligencia, la aparente
intrascendencia de esos placeres fáciles, permisividad colectiva
para atrapar el trofeo que más relumbra: todo se conjugó para que
las ratas trajeran sus bacilos a esa ciudad dichosa que había
bajado todas sus defensas. Ahora, aislada del mundo por una
barrera higiénica de visas y salvoconductos que la tienen en
cuarentena, mide su degradación y padece el incómodo dolor de lo
perdido. Llega hasta el límite. Allí donde la muerte de un
inocente, el hijo del juez de instrucción Othon, sacude toda la
trama del universo y nos obliga a preguntarnos si no es la peste
la vida misma que entre todos hemos creado, con nuestro mortal
descuido. La peste: una novela que conviene releer.? Albert Camus? Seix Barral |
|
©2014
|