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Jorge Edwards: la madurez chilena Juan Gustavo Cobo Borda |
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De otra parte Adiós, poeta... (1990) se volvió un imprescindible y conmovedor testimonio de su relación de muchos años con el poeta Pablo Neruda, con quien compartió como ministro consejero el período en que Neruda fue embajador en Francia, durante el gobierno de Allende. Documento excepcional, por la agudeza de sus retratos, las sabias lecciones otoñales del otrora poeta estalinista y por recrear, con irónica empatía, toda una época a través de esta figura entrañable. Época de dolor y autocensuras, no hay duda, pero también de copiosa y vital poesía. ?Ahora esta antología de sus crónicas y ensayos abarca, con pulso bien afinado, lecturas, lugares, rescates, polémicas e incidentes, como el caso, por ejemplo, de la detención de Pinochet en Londres, por quien, a fuer de buen escritor, es también diplomático de carrera y abogado experto en ciencia política de las universidades de Chile y Princeton.? El libro cobra así un valor añadido pues no sólo habla de Maquiavelo, Víctor Hugo y Wittgenstein, con información ya decantada y curiosidad por aprender, sino que también Azorín, Nicanor Parra, el muro de Berlín y las Torres Gemelas conviven, en su mirada abarcadora.? Es el carnet de un escritor, vivo ante el mundo, y la reflexión moral de un chileno, que opuesto desde un primer momento a la dictadura de Pinochet, afronta las conflictivas perplejidades de una transición democrática cercada a derecha e izquierda, por extremismos ciegos, pero no por ello menos capaz de hacerse justicia así misma, en su autónoma madurez. ?Libro reposado, como una buena charla de sobremesa, con licores y anécdotas, de quien ama París por sobre todas las cosas, es también un sagaz e independiente análisis de las relaciones, a veces tan desiguales, estereotipadas y paternalistas, que europeos o norteamericanos establecen con América Latina sin olvidar la otra cara: "El desprecio a rajatabla y sin mayor análisis del capitalismo anglosajón, el de Calibán, unido a una especie de nacionalismo continental y de raíz supuestamente "latina", redujo nuestra capacidad de análisis y de autocrítica rigurosa. Nos convertimos en el continente de la autocomplacencia, de la vaguedad, de la palabrería, y pareció que siempre habíamos sido así" (p. 287). De estas páginas también emerge un Chile singular, de mujeres como "Madame Errazuris", que conoció a todas las figuras de la vanguardia europea, de Apollinaire a Stravinski, y quien no vaciló en apoyar económicamente a Picasso y Plaise Cendrars, cuando tuvo dinero y cuando era original y altruista hacerlo así.? Fragmentos, en ocasiones, de sus futuras memorias, al referirse a sus compañeros de generación (el poeta Teiller, el dramaturgo Jodorowski) o esbozos documentales de los temas que tratara en sus novelas, como el de Fausto, este libro hace honor a una ya larga tradición latinoamericana de cronistas cosmopolitas que desde nuestro padre Rubén Darío recorrieron países y gente con alerta enfoque y solvente cultura. Nos permite vivir en muchos mundos pero también nos impide olvidar que quien lo escribe es un chileno ciudadano del mundo. Su madurez, quién lo duda, es también la de su país.
Diálogos en un
tejado "Crónicas y semblanzas" Jorge Edwards. Tusquest Editores |
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