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La historia patria del señor rector Juan Gustavo Cobo Borda |
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Y ahora, en 700 páginas, este volumen, que escribieron dos profesores de historia: Safford, en EE UU, y Palacios, nuestro solvente y capacitado rector de la Universidad Nacional.? Me concentraré hoy en el aporte de Palacios, quien arranca desde 1875 y llega hasta nuestros días sin ignorar, en ningún momento, la perspicacia interpretativa de Safford y su exhaustivo conocimiento del tema. Sin olvidar, tampoco, que mucho de lo de hoy es inexplicable sin los determinantes de ayer: territorio, población, mestizaje, diferencias sociales.? La estructura del libro, en primer lugar, brinda una visión múltiple: el texto del autor, mapas y estadísticas, y una selección documental, por decirlo así, donde hablan los protagonistas. Algunos con nombre propio, de Marco Fidel Suárez a Alberto Lleras, de Quintín Lame a García Márquez. Y otros, en el anonimato colectivo, que va desde colonizadores y desplazados del Caquetá hasta traquetos de Cali. La historia son muchas voces, las extranjeras incluso: los informes reservados de agentes británicos o norteamericanos sobre nuestra difícil gobernabilidad o nuestros vaivenes en el tema petrolero. ?Subrayo, entonces, algunos momentos: Desde el siglo XIX más política que administración. Ya al terminar 1800 el país vivía en campaña electoral. Importancia de las lealtades partidistas y de las redes clientelares.? Trauma de la pérdida de Panamá. La élite, azorada, no pudo reaccionar ni erigió un nacionalismo defensivo, como el mexicano. País pobre y precario institucionalmente, saturado en sus altiplanicies y despoblado en el resto, al ingresar al siglo XX Colombia no lograba conformar un sistema de vías férreas ni ofrecía a los inversionistas extranjeros (británicos en la navegación por el Magdalena) unas reglas claras: papeleo, ambigüedad legal, auge de picapleitos y, sobre todo, "la violencia y el desorden político".? Sin embargo, y sobrepasando el racismo blanco de las élites, "el desplazamiento de las poblaciones campesinas de los altiplanos y las tierras frías hacia las zonas cálidas y templadas de las laderas y valles interandinos" fue el "fenómeno social más relevante del siglo que va de 1850 a 1950" (p. 485).? La Colombia cafetera, de 1903 a 1946, integró una parte del país. Le permitió competir internacionalmente en ese "mercado político" que fue el mercado mundial del café, entre 1906 y 1989, y mostró cómo, desde 1937, la Federación de Cafeteros, con sólo tres gerentes, parecía más estable y más decisoria del rumbo económico que 20 presidentes y medio centenar de ministros de Hacienda. El híbrido de proteccionismo y libre cambio parecía dar resultados. ?Si el café creó estabilidad en ciertas zonas, la base productiva se ampliaba y diversificaba: campos petroleros, plantaciones bananeras, red de carreteras, pequeña industria. La gran depresión mundial de 1929 y el retorno del liberalismo al poder planteaban nuevos interrogantes: poder de los sindicatos, papel de la iglesia, al anatemizar los "diablos" liberales, politización de las capas populares. Todo ello dentro de una urbanización sustancial que cambió nuestra imagen. De país campesino pasamos a ser un país de ciudades sin que la fragmentación, proveniente del viejo orden colonial, desapareciese: caribeña, antioqueña, caucana y oriental. Así también la pobreza y el subempleo rural se trasladaron a la ciudad, en un vuelco vertiginoso. El 70% campesino se volvió el 70% urbano. Y, más decisivo aún, "En el siglo XX la población se multiplicó por diez al pasar de unos cuatro millones en 1900 a más de 42 millones de habitantes en el año 2000" (p. 550).? Sólo que el Estado, sin hacer presencia en todo el territorio y sin garantizar de ningún modo el orden, se hipertrofió de modo delirante: su participación en el PIB pasó del 10% en 1949 a 35% en 1998, redondeando las cifras. Sin embargo, el ímpetu arrollador de la sobrevivencia, no se detiene, y allí donde la concentración de la propiedad de la tierra es una de las más altas, la peculiar reforma agraria campesina por cuenta propia ya hasta 1990 había abierto tres millones y medio de hectáreas, al tumbar monte y crear sus propias leyes, en el complejo entramado de violencias fronterizas de todo orden. La colonización, de nuevo, que crea una Colombia más allá de la Colombia tradicional y que desde 1940 abre por lo menos nueve zonas clave de colonización. Nuevos nombres para un mapa en expansión: Urabá-Darién, Caribe-Sincé-San Jorge, Serranía del Perijá, Magdalena Medio, Pacífico, Saravena-Arauca, Piedemonte Llanero, Orinoco, Ariari-Meta, Caquetá-Putumayo.? Y en medio de las nuevas realidades políticas y sociales, del paso de una cultura de élite a una urbano-popular, el hecho clave que modificaría una vez más todo el cuadro: "Entre 1980 y 1995 ingresaron al país por concepto de operaciones de narcotráfico US$ 36.000 millones, equivalentes al 5,3 por ciento del PIB en el período. Porcentaje superior al que representan el café, 4,5 por ciento y el petróleo 1,9 por ciento" (p. 577).?Sobriedad expositiva, bibliografía exhaustiva, y agudeza crítica hacen de esta historia una necesaria, renovadora, estimulante obra de referencia. Escribir sobre el presente conlleva muchos peligros pero Palacios los ha superado con brillo, al igual que Safford en su primera y también decisiva parte sobre indígenas, conquista e independencia. Vernos en el largo plazo puede ser más refrescante y útil que la deforme miopía de la coyuntura diaria, tan dependiente de la algarabía de la chiva y del "raiting".
Colombia. País fragmentado, sociedad dividida. ?Su historia. ? Marco Palacios ?Frank Safford ?Norma |
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