En un país de pocas tradiciones sólidas como Colombia, la poesía muestra aquí una notable continuidad. Se puede rastrear, río arriba en el tiempo, y desde nuestro inquieto presente, hasta figuras como José Eusebio Caro, Rafael Pombo y Jorge Isaacs, donde se expresa un romanticismo de buena ley. Donde perduran versos que aún nos conmueven.

Pero, para intentar ser más precisos y justos, y en un largo siglo que dura hasta hoy, habría que partir, sin duda alguna, de José Asunción Silva. Y leer, asumir, evaluar y confrontar varias figuras, tan atrayentes en lo personal como necesitadas de una visión crítica y antológica de sus textos. Ya el gran poeta T. S. Elliot decía que toda gran tradición se preserva gracias a las rupturas con ella.?

Allí están entonces Guillermo Valencia, Porfirio Barba Jacob, Luis Carlos López, León de Greiff, Aurelio Arturo, Jorge Rojas, Eduardo Carranza, Fernando Charry Lara, Meira Delmar, Álvaro Mutis, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus, Rogelio Echavarría, Jaime Jaramillo Escobar, Giovanni Quessep, José Manuel Arango o Raúl Gómez Jattin que este libro, entre otros, lee en busca de sus claves íntimas y de los contextos donde surge y se expresa su palabra.

?Una palabra, como corresponde a toda la poesía del siglo XX, vista con rigor crítico por ella misma, sabedora de cómo la única verdad absoluta es su libertad, su autonomía y su duda. Palabra que piensa pero también palabra que canta enfebrecida.?

Si bien la poesía termina por ser, en definitiva, esa selección de poemas inolvidables que el tiempo selecciona y perfila, aquí tampoco se descuidan los panoramas generales dedicados a grupos como el de Mito (1955-1962), el escándalo nadaista, la insurgencia de una poesía fe-menina, o la efectiva descentralización poética, que ha elaborado interesantes núcleos creativos, sea en Medellín, Barranquilla o Cali. Sin olvidar las secundarias pero a veces tan sugestivas y encantadoras figuras menores o la presencia, aún no reconocida, de valiosos poetas católicos como Gustavo Ibarra Merlano o David Mejía Velilla. El mapa de nuestra poesía es mucho más vasto y rico que el propuesto por la rutina pedagógica o crítica. Pero esos hallazgos laterales no deben hacernos olvidar que en la verdadera poesía solo perdura, sin atenuantes, la excelencia suma. Esa calidad diamantina que el tiempo no roe sino que pule con fulgores únicos.?

Leer, y leer poesía, puede ser uno de los oficios menos competidos y menos rentables hoy en día. Pero si la tarea de los poetas consiste en conservar y a la vez renovar el lenguaje, ni el gobierno ni las leyes, ni la autoridad ni la befa, ni el saber ni la pasión serían posibles. Es el lenguaje quien les confiere sentido. Ese diálogo, silencioso y al parecer casi obsoleto, entre lector y poema, vence a la fuerza bruta y nos humaniza en inteligencia sensible. La reflexión se hace carne: encarna en ese cuerpo de sonidos llamado poema.

?Crítica de la vida, la poesía es también parte esencial de nuestra historia: nos confronta y mantiene la memoria de una naturaleza que quizás ya no existe, de una lengua que no existe, de los ademanes, ritos y presencias, que el tráfago borró con su premura, y en medio de la crisis, abre el espacio para una convivencia donde las ideologías se tornan el ritmo de una música más íntima, más próxima, que si bien nos permite evadirnos, también nos opone, sin misericordia ni mentiras, el espejo acerado de nuestras ruindades y caídas. Cuando el lenguaje se pudre, la ciudad se derrumba. Por ello, leer la poesía colombiana, enmarcándola entre dos suicidas, es hacernos preguntas decisivas: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿existe el futuro? En todo caso, es muy probable que subsista la poesía. La necesidad de intentar una Historia de la poesía colombiana -siglo XX. De José Asunción Silva a Raúl Gómez Jattin.

Historia de la poesía colombiana. Siglo XX.

De José Asunción Silva a Raúl Gómez Jattin.

Juan Gustavo Cobo Borda.

Villegas Editores




Juan Gustavo Cobo Borda