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En 500 páginas el Fondo de Cultura Económica de México ha
reunido una amplia selección de ensayos. O, menos
pretenciosamente, de notas de lectura. Las más remotas están
fechadas en 1972 y 1975: una aproximación a la obra de la poeta
suicida argentina Alejandra Pizarnik y un repaso de lo que
significó la Revista Mito en el ámbito de la cultura colombiana.
Me encuentro conmigo mismo en esos remotos papeles: una poesía que
esclarece el mundo, en detrimento de la persona que la crea. Y el
afán, siempre presente, siempre frustrado, de poner a Colombia a
convivir con el mundo. Pero lo que Jorge Gaitán Durán y su grupo
de amigos intentaban a través del existencialismo o el marxismo
requería de indagaciones más profundas.?
De Colón y los cronistas de Indias, como Gonzalo Fernández de
Oviedo, hasta Germán Arciniegas y su vocación para hacer de la
historia americana una saga que involucrara a todo el continente,
el horizonte se ampliaba y de allí surgía un timbre nuestro, no
por coloquial menos agudo.
Aquel que me llevó a dedicar al Carnero de Rodríguez Freyle y a
las novelas del mulato brasileño Machado de Assis sendas notas de
lectura. Ya allí se daba la mirada sagaz y taimada de quienes
desmontaban, desde la marginalidad chismosa de la crónica o de la
ironía de la novela riéndose de sí misma, toda una sociedad. Esa
sociedad prejuiciosa y racista, presumida y cruel, sobre la cual
Vargas Vila, otro excéntrico, lanzaba sus dicterios y donde la
indestructible María metaforizaba el paisaje del Valle del Cauca y
la muerte de la heroína en el intenso poema crepuscular que aún
arranca lágrimas emotivas.?
Estos son algunos de los autores que las primeras partes de Lector
impenitente acoge y registra.?
Pero serían en verdad los grandes libertadores intelectuales ?José
Celestino Mutis, Simón Bolívar, Rubén Darío? los que motivaron
rastreos más detallados.?Al leerlos, desde un hoy conflictivo,
veía a través del caso de Mutis la dificultad del trabajo
intelectual en un medio como el colombiano, tal como hoy se
reitera en la precariedad del presupuesto nacional destinado a la
investigación. Las armas siguen primando sobre las letras aun
cuando han sido estas últimas las que nos han dado plenitud y
autonomía. Reconocimiento universal.?
Por ello, muchos poetas, novelistas y críticos desfilan por estas
páginas en un reconocimiento admirativo y en una incitación a su
lectura. Allí están entonces mis diálogos con Jorge Luis Borges,
las relaciones de Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis sea con la
política o con la memoria colectiva que el narrador recrea, o en
el afán de Mario Vargas Llosa, como ?Flaubertiano? integral, de
documentar la gesta de los Canudos en Brasil o la figura de
Trujillo en República Dominicana.
Por ese puente de madurez y dominio estilístico era factible
arribar a nuestra actualidad más conturbadora e inquietante: la
que las novelas del venezolano Salvador Garmendia, el brasileño
Rubén Fonseca o el argentino Alberto Manguel nos muestran, en
ferocidad creativa y violencia urbana. En represión política y
liberación erótica. La misma que he seguido en uno de los textos
más pormenorizados del libro sobre la poesía latinoamericana de
1930 a 1980 y donde los perfiles de tantos autores que conocí
quedan por lo menos registrados en sus versos ardientes y sus
palabras visionarias: tal el caso de Enrique Molina, Pablo Antonio
Cuadra, Gonzalo Rojas o León de Greiff. Un Parnaso de nuestro
tiempo, con dioses meditabundos como Octavio Paz o apenumbrados
ídolos de indescifrables zoologías como Pablo Neruda.
Al reunir estas 500 páginas experimento el insólito sentimiento de
haber sido fiel a un oficio sin estatus definido: el de un lector,
un simple lector que considera los poemas mucho más perdurables
que los discursos y los creadores mucho más necesarios y
consistentes que los políticos. América Latina se ha forjado
gracias a nuestros artistas y es en ellos donde se hallan
arraigadas nuestras posibilidades, no de futuro, sino de un
presente justo y compartido. De un espacio rico y tolerante para
desplegar ese don del hombre: la lectura. La lectura gratuita.
Juan Gustavo Cobo Borda
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