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Cuerpo erótico


Juan Gustavo Cobo Borda

 
Uno de los temas centrales de la cultura contemporánea es el cuerpo. Cuerpo que debe conservarse y cuidarse, de la dieta al gimnasio, en la exaltación desaforada de la juventud. Cuerpo que debe adornarse o modificarse, del tatuaje a la cirugía estética y al cambio mismo de sexo. Y también cuerpo que asume y encarna el dolor, en la enfermedad, la tortura o el declive de la vejez.

Pero hay también otro cuerpo: el cuerpo que han cantado los poetas para celebrar su esplendor y su gracia. Para conjurar los males que podrían aquejarlo. Para reconocer el hechizo de la atracción sexual y la violencia arrebatada de la pasión. Para expresar, con altiva rebeldía, la cara oscura del ser.

En todos los idiomas, a todas las edades, la poesía ha dicho el milagro de esos encuentros o la melancolía infinita del adiós, una vez se desata el nudo carnal. De Safo a Catulo, de Dante a Shakespeare, de Whitman a los premios Nobel como Milosz, Walcott o Brodsky, esta antología reúne algunos de los más incandescentes textos eróticos, traducidos a su vez por grandes poetas de la lengua española, trátese de Octavio Paz o Nicanor Parra. También se encuentran allí varios de los poemas con que destacados narradores reconocieron cómo es el fuego de Eros quien anima en realidad la escritura y le comunica su vibrante esplendor: Marguerite Duras, Julio Cortázar, Georges Bataille o Fernando del Paso. Desde la noche de los tiempos hasta nuestro fugaz presente, la palabra intenta lo imposible: detener el tiempo. Hacer que el alfabeto de la piel sea la compartida frase que los amantes saborean en su dichosa, adánica, impúdica, feliz y virginal desnudez. Volvamos al inicio, al jardín del Edén, donde la culpa aún no existía ni la infamia del trabajo pesaba como una condena. Allí, donde los cuerpos comenzaron a hablar.

Pero todos sabemos bien, como lo expresó Octavio Paz, que el presente es un incesante comienzo.?

Un volver al origen. Las mujeres poetas norteamericanas, por ejemplo, como Sylvia Plath o Anne Sexton, ambas suicidas, recobraron los rituales primitivos. El grito de la horda y las ménades furiosas persiguiendo a su presa.?

Al recolectar estas piezas he pensado también que el mutilado y herido cuerpo de Colombia requiere de la piedad compasiva con que la música verbal lo celebra y lo canta. Orfeo, con su flauta, hizo cantar la cabeza degollada que viajaba por el río de la muerte. La poesía no solo denuncia: abre las puertas, con sigilo, para que por allí se cuele la felicidad imprevista. El diálogo en compañía.



Juan Gustavo Cobo Borda

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