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Muchos años despues frente al libro abierto
relecturas de Garcia Marquez
Juan Gustavo Cobo Borda

En la matriz Guajira

I
Luego de haber publicado María (1867), esa estrella en el cielo romántico de la literatura en lengua española, Jorge Isaacs (1837-1895) vio como se sucedían veinticinco ediciones en el exterior, hasta 1889, por las cuales no recibió sino ridículas regalías. Intento en vano escribir una segunda novela sobre Simón Bolívar y se enredo, sin remedio, en los letales hilos de la política colombiana. Tuvo ademas que vivir al debe, fiandoles a los amigos, y aceptar una casa ajena, prestada en Ibague, para refugiarse allí con su familia.

Por ello a comienzos de los años ochenta su amigo y futuro opositor el presidente Rafael Nuñez lo nombro secretario de la Comisión Científica, y se fue por el Río Grande de la Magdalena, rumbo a la Guajira.
Así lo cuenta Fabio Martínez en su biografía de Isaacs, La búsqueda del paraíso (Bogotá, Planeta, 2003) :

"En la Guajira y el Magdalena, Isaacs descubrió las hulleras de El Cerrejon; realizo un estudio sobre las tribus de los koguis que comprende un estudio etnolinguistico sobre el idioma guajiro y el businka; hizo una recopilación de lengua guanaca y un Preciso de Geografía e Historia sobre la región. Recopilo objetos y piezas arqueológicas de los indios chimilas y businkas, como armas, sepulcros, jeroglíficos y dibujos de las piedras del valle de la ciudad de Valencia de Jesús. Dibujo escenas de las condiciones en que vivían los indios y llevo a Santa Fe de Bogotá muestras de minerales para que fueran observados científicamente". (p.134)

Al estudiar La Guajira realizo entonces, con dificultades infinitas, el viaje fundacional de la etnografía colombiana. En dos de sus informes narro ese periplo que lo llevo incluso hasta Aracataca, en el Magdalena, donde alabo la bondad de sus aguas, y vio con pesadumbre como su carencia de fondos le impidió llevar adelante la explotación de las minas de El Cerrejon que en justicia le correspondían, por haberlas descubierto. Que el gobierno conservador se las entregase a la Pan American Investment Company fue otro golpe para este enamorado de su país, que tanto hizo por su conocimiento aquí y en el exterior, sin olvidar nunca la península guajira.

II

Arturo Camacho Ramírez (1910-1982). Este poeta intenso y a la vez risueño nacido en Ibague, formo parte del grupo de "Piedra y Cielo", pero sus influjos provenían mas de la poesía francesa - su oda a Carlos Baudelaire es justamente celebre - y de su cercana amistad con Pablo Neruda. En todo caso emprendió un viaje juvenil a La Guajira, donde fue funcionario, y allí escribió Luna de arena(1943), una obra de teatro cruzada por ecos de Federico García Lorca pero afianzada con garbo en ese rincón de la patria.

En una taberna de Manaure marinos contrabandistas aguardan la llegada de un cargamento clandestino. Dentro de esa espera un hombre, Bautista, reitera en vano su amor por la bella Adelina. Pero esta lo rechaza: fue cobarde. No vengo la muerte del hermano de la mujer. Surge así un vasto entramado de raíces indígenas y herencias malditas mientras se aguarda la goleta que no arriba. De repente un extranjero, Claudio, trae la nueva : ha tocado desembarcar en Tucuracas, ante la presencia de la fuerza publica. Este desconocido replanteara todo el asunto, al conquistar con firmeza a la heroína, poner en su sitio a Bautista, y no amilanarse al viajar solo con el, en busca de los compañeros. Su muerte, a manos del celoso Bautista, desencadena la intensidad emotiva de esos versos repiquiteantes en ocasiones, luctuosos en otras, con que Camacho Ramírez exalta pasiones y paisajes, en pocos pero ceñidos cuadros. No sobra recordar que Alvaro Mutis conoció a Camacho Ramírez en los estudios de la Radiodifusora Nacional, cuando Mutis interpretaba un personaje menor de esta obra, en una versión de teatro leída por radio, para grandes audiencias, dirigida por Bernardo Romero Lozano.

En todo caso resulta emotivo volver a escuchar esa musica con que se crearon y recrearon diversos aspectos del mundo guajiro. Sus origenes y sus costumbres. La presencia de los indigenas venezolanos y tantos puntuales sitios de su geografia.

"Ay, la Guajira!!
como se ciñe en el cuerpo,
lo mismo que una caricia,
la densa piel de tu atmosfera
y el vestido de tu clima".


La poesia piedracielista seria decisiva en la obra de García Marquez. Asi lo demuestran los varios poemas - pastiches - que hizo del estilo de este grupo y el influjo que dos de sus figuras ejercieron sobre el y sobre Mutis. Carlos Martin seria rector del colegio donde García Márquez haria su bachillerato en Zipaquirá y Eduardo Carranza, profesor de literatura española de Mutis en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Muchos años despues, cuando Pablo Neruda era embajador en Francia y recibio el premio Nobel el destino hizo que Arturo Camacho Ramirez y Gabriel García Márquez fueran invitados a los cumpleaños, con disfraces, y a las risueñas celebraciones del premio con vino y poesía por parte del gran poeta chileno.

III

"La Guajira. Tierra de sed ardiente, de besos extenuantes,
de sol agobiador, de misterio impreciso y de muerte imposible.

La Guajira, tierra de sol, de sal, de indias y de alcoholes... (...)
¡Guajira, Guajira, tierra de indios y negros y blancos que forman
La tricolor bandera de la raza! ¡De mi raza mestiza y mulata!


Asi soñaba La Guajira Eduardo Zalamea Borda (1907-1963) quien habia llegado a ella en 1923, para trabajar durante cuatro años en la administracion de las salinas, y publicado en 1934 : Cuatro años a bordo de mi mismo. Diario de los cinco sentidos, una novela renovadora donde este lector de James Joyce miraba el paisaje guajiro, sus gentes y sus pasiones, con los ojos sorprendidos con que la modernidad miraba el mundo. Agudos angulos de las velas de las goletas sobre la lamina del mar infinito. Colores netos sobre blancura hiriente: un Caribe enceguecedor donde ardian furiosos tonos: las telas de las mantas de las indigenas. Alli donde Zalamea dejaba atras un aburrido y rezandero Bogota para entregarse a la vida en estado puro. Pescadores de perlas, trabajo en las salinas, raptos de indigenas, fronteras fluctuantes, sensualidad y ritos ancestrales, alcohol, luz y tiros. La novela cambio las letras nacionales con sus monologos, con sus encuadres cinematograficos, con su exploracion de un territorio ignoto que sus palabras volvieron perdurable, en sensibilidad epidermica y lenguaje poetico. La creacion literaria volvia asi real el mundo.

IV

Zalamea seria, con el tiempo, el descubridor literario de otro gran imaginero de La Guajira, Gabriel Garcia Marquez, quien en sus memorias Vivir para contarla, recuerda asi el cafe Roma de Barranquilla y uno de sus mas singulares parroquianos:

"Una noche de suerte, el escritor Eduardo Zalamea habia anclado alli de regreso de La Guajira, y se disparo un tiro de revolver en el pecho sin consecuencias graves. La mesa quedo como una reliquia historica que los meseros les mostraban a los turistas sin permiso para ocuparla. Años despues, Zalamea publico un testimonio de su aventura en Cuatro años a bordo de mi mismo, una novela que abrio horizontes insospechables en nuestra generacion" (p.135).

No es de extrañar que un cuento largo, de 1972, titulado "La increible y triste historia de la Candida Erendira y su abuela desalmada", transcurra todo en La Guajira y que en el Garcia Marquez nos permite entender mejor ese mundo, con sus soldados y contrabandistas, los legendarios Amadises y el matute, el misionero y las prostitutas, los extranjeros de todo el mundo que encontraron alli una patria propicia, donde tanto los politicos como la persistencia de las culturas indigenas, con su vocabulario inconfundible, “Arijuna”, perduran con tenacidad. Asi lo demuestra el muy valioso trabajo de Juan Moreno Blanco sobre el universo imaginario Wayuu y la obra de Garcia Marquez, titulado La Cepa de las palabras (2002).

El sancocho de chivo que tanto disfruto Garcia Marquez en compañia de su amigo Alavaro Cepeda nutrio, por cierto, algunas de sus mejores paginas. Y La Guajira seguira siendo rescatada y transfigurada en toda su obra, de Cien años de soledad a El amor en los tiempos del colera, hasta recobrarlala vitalmente por fin en 1984, con estas palabras:

"Fue el primer viaje a mi Guajira imaginaria, que me parecio tan mitica como la habia descrito tantas veces sin conocerla, pero no pienso que fuera por mis falsos recuerdos sino por la memoria de los indios comprados por mi abuelo por cien pesos cada uno para la casa de Aracataca. Mi mayor sorpresa, desde luego, fue la primera vision de Riohacha, la ciudad de arena y sal donde nacio mi estirpe desde los tatarabuelos, donde mi abuela vio a la Virgen de los Remedios apagar el horno con un soplo helado cuando el pan estaba a punto de quemarsele, donde mi abuelo hizo sus guerras y sufrio prision por un delito de amor, y donde fui concebido en la luna de miel de mis padres” (p. 495). No se necesita ver y palpar una tierra para amarla sin remedio. Basta con imaginarla, a traves de la buena literatura que García Márquez leyó antes de llegar a ella. La imaginacion literaria parece llegar antes que los propios pies .


© J.G. Cobo Borda