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En 1993, en la misma Barranquilla donde los había descubierto desperdigados, cuarenta y cinco años antes, Gabriel García Márquez relee los cuentos de Jose Feliz Fuenmayor (1885-1966) y escribe un prologo para el libro que los reúne : La muerte en la calle (Bogotá, Alfaguara, 1994).
No es un brindis de ocasión. Es, por supuesto, una remembranza y una poética a partir de esos relatos humildes, terruñeros, donde la aparente opacidad monótona de la vida es rota por revelaciones secas. Por marginales personajes que crecen en un instante de crisis y autodescubrimiento. Son ademas de ello historias de astutos narradores que juegan con su materia, la moldean a su antojo y la muestran al derecho y al revés como en un acto de prestidigitación. El coco (la cabeza) es un saco donde va cayendo todo lo que uno ve, oye, siente, dice el narrador de "Con el doctor afuera" y luego el y sus amigos sacan a toda la gente que allí se halla apelmazada, pegadas unas a otras, como un hilo interminable. Son la mayoría cuentos de campo o de monte, de camino de tierra que llega a los suburbios de la ciudad, y donde el lenguaje se mira a si mismo, en juegos de palabras, en discusiones gramaticales, en sentencias y refranes. "Mi letanía, dije yo, no es mas que esta: Que de día puede uno ponerse a buscar a Dios, pero de noche puede uno hasta encontrarlo" (p.34).
Algunos de los cuentos son terribles como cuando una mujer neutra, que cumple sus deberes con pasividad animal, envuelve y cose al compañero que cada sábado de borrachera la humilla y golpea, dentro de su hamaca. Allí, inmóvil, le arrojara una inmensa olla de agua hirviente. Ya están allí palabras que García Márquez usara, como la aguja de enfardelar, pero esta sobre todo un trasfondo de sabiduría popular, de cultura Caribe que escucha el "habla del tambor", de Carnaval y poesía, como en "El ultimo canto de Juan", con sus versos de ocho sílabas sobre Barranquilla. Cultura que asciende desde estos seres supersticiosos, pobres, con una fuerza irreversible: la de la ficción. Humillados, despedidos del trabajo, burlados por charlatanes o prepotentes, el cuento los redime con el fuerte encanto de su resistencia para perdurar y a la vez también hace justicia a dichos opresores. Ademas, como lo dice Garcia Márquez en el prologo, refiriendose a "La muerte en la calle"
"desde el titulo fue evidente que tenia una falla estructural insalvable: el narrador no pudo tener bastante tiempo para escribir el cuento que estaba contando. Se lo hice notar a José Félix, con la pedantería propia de un principiante intoxicado por la teoría, y el se encogió de hombros y me dio una lección feliz:
"Lo escribió después de muerto" (p.13).
En la misma linea de Julio Garmendia, Pablo Palacios o Felisberto Hernandez un narrador como Jose Feliz Fuenmayor discreto, perdido en su provincia, sonriente y en tono menor, bien puede ser un buen punto de partida para fundar una tradición. Así, del mismo modo que Borges rescataría a Evaristo Carriego o Macedonia Fernandez, para inventarse su propio árbol genealógico, García Márquez ha establecido los contornos de su continente imaginario y reconocido lo que será su patio de atrás, las hondas raíces de su ficción, nutridas de tierra colombiana. En "Taumaturgia de un cochecito" de 1954, dirá Fuenmayor:
"Salen las gentes a los mullidos patios que miran la calle por entre los dedos de sus cercas de estacas, y hundiendo la totuma en la tina que entrevelan los platanos, se echan golpes de agua lunada sobre el cuerpo desnudo. Apresuro el paso. Yo también quiero llegar pronto a mi tina y empuñar mi totuma" (p166).
A ese patio de atras quería referirme en estas paginas, al aludir ya a la enumeración precisa de esos rituales exasperantes, que García Márquez aprende en Fuenmayor, como cuando un personaje consume, con parsimonia, las tres comidas pendientes, desde un desayuno con el café frío y obstruido de natas, hasta la cena y todo ello lo hace en orden, calmosamente. Esa frialdad controlada, de rostro imperturbable, hará aun mas explosivo el hirviente material de sus libros y el desafuero irreprimible de sus personajes excesivos en Cien años de soledad, capaces de todo pero a la vez tan apegados a la rutina de sus escuetos hábitos.
Exceso y sobriedad. Estoicismo y delirio: aquí radica una de las claves de su sistema narrativo, conformado a lo largo de un dilatado aprendizaje de la literatura misma y que bien vale la pena repasar. Solo que este narrador infalible, que tanto se ha preocupado por saber como nacen los cuentos, comenzó como aprendiz de poeta,como debe ser.
El poeta que siempre fué
"Cuando el joven Gabriel García Márquez, estudiante de derecho de apenas 19 años publica un martes 1 de julio de 1947 su poema "Elegía a Marisela. Geografía celeste", en el diario bogotano "La Razón", era apenas un principiante. Es muy posible que un año después en Barranquilla, en septiembre de 1948, Alvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y German Vargas, sus nuevos amigos de "El Nacional", le hubieran dicho: "Eso que escribes es muy cachaco".
García Márquez es apenas un muchacho de provincia que ha conocido la poesía en el andino municipio de Zipaquira, Cundinamarca, de la mano de Carlos Martin, profesor y poeta del movimiento "Piedra y Cielo"."
Elegía a la Marisela - Geografía celeste
No ha muerto. Ha iniciado
un viaje atardecido,
de azul en azul claro
-de cielo en cielo-ha ido
por la senda del sueño
con su arcángel de lino.
A las tres de la tarde
hallara a San Isidro
con sus dos bueyes mansos
arando el cielo límpido
para sembrar luceros
y estrellas de racimos.
-Señor, cual es la senda
para ir al Paraiso?
-Sube por la Vía Láctea,
ruta de leche y lirio,
la menor de las Osas
te enseñara el camino.
Cuando sean las cuatro
la Virgen con el Niño
saldrán a ver los astros
que en su infancia de siglos
juegan a la Rueda-Rueda
en un bosque de trinos
Y a las seis de la tarde
el ángel del servicio
saldrá a colgar la luna
de un clavo vespertino.
Será tarde. Si acaso
no te han guardado sitio
dile a Gabriel Arcángel
que te preste su nido
que esta en el mas frondoso
árbol del paraíso.
Murió la Marisola,
pero aun queda un lirio.
Con las palabras iniciales del poeta Alvaro Miranda se rescataba un ejemplo revelador de la prehistoria literaria de Gabriel García Márquez. Si Borges ya viejo todavía bromeaba con el fantasma ultraista que lo habitaba, también Gabriel García Márquez lleva consigo un fantasma piedracielista. Un poeta que ama los lirios y las rosas, el vuelo de los ángeles y el traslucido lino con que levitan las doncellas, por un cielo siempre azul, entre un coro de campanas.
Jorge Rojas, representante del ron Bacardi en Colombia, y hombre de recursos, había leído con devoción, al igual que todos sus compañeros a los poetas españoles de la generación del 27 y a las grandes figuras como Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Pero amaban sobre todo el soneto redondo o la décima perfecta, con que Alberti, Salinas o Guillen volvían refulgente el idioma con su renovado arsenal metafórico. En septiembre de 1939 se editan los 300 ejemplares de una primera plaqueta titulada "Entregas de Piedra y Cielo transparente homenaje al libro de Juan Ramón Jiménez , de 1917-1918 , que llegaran a siete y en la cual Jorge Rojas publica su poema, "La ciudad sumergida. A ellas seguirían los nombres de Carlos Martin, Arturo Camacho Ramírez, Eduardo Carranza, Tomas Vargas Osorio, Gerardo Valencia y Dario Samper. Con un promedio de 30 paginas y un tiraje que ascendería a 500 ejemplares, "Piedra y Cielo" desato una revolución poética en Colombia. Un adiós al modernismo. Una despedida a los fríos mármoles parnasianos.
Amaban la música, la gracia y el ingenio, y dos de sus figuras mayores, Carlos Martin, rector del Liceo Nacional de Zipaquira donde estudiaba interno un García Márquez de 17 años, y Eduardo Carranza, profesor de literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario donde ya Alvaro Mutis combinaba los libros de historia con el billar y la poesía, marcaron con su devoción militante por la tradición clásica española y la figura de Rubén Dario a estos aprendices de escritor. Al García Márquez que con el seudónimo de Javier Garces, y en 1945, no vacilara en redactar sonetos perfectos en la tónica de "Piedra y Cielo", conservados por su profesor de literatura y sus condiscípulos. Y que cantan así:
Si alguien llama a tu puerta
Si alguien llama a su puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en su tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una liquida armonía.
Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa se desangra el día.
Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aun crees en el dolor y en la poesía.
Si aun la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estas triste,
abre, que es el amor, amiga mía.
Quizás por ello la figura del poeta y la presencia de los versos tiene un papel tan decisivo en Cien años de soledad. Me referiré a solo dos momentos. El hermético y solitario coronel Aureliano Buendía cultiva un vicio secreto: escribe versos. El hombre de la espada es también el hombre de la pluma. Lo dice así García Márquez:
"Durante muchas horas, al margen de los sobresaltos de una guerra sin futuro, resolvió en versos rimados sus experiencias a la orilla de la muerte. Entonces sus pensamientos se hicieron mas claros que pudo examinarlos al derecho y al revés";. (p.172)
El orgullo ciego de una guerra que es mas fácil iniciar que concluir tiene ese reverso de un espejo reflexivo donde es factible conocerse y afrontar el mayor enigma, la muerte.
Por ello cuando se aproxima al final, y busca destruir toda huella de su paso,
"llevó a la panadería el baúl con los versos en el momento en que
Santa Sofía de la Piedad se preparaba para encender el horno.
-Prendalo con esto- le dijo el, entregandole el primer rollo de papeles amarillentos-. Arde mejor, por que son cosas muy viejas.
Santa Sofía de la Piedad, la silenciosa, la condescendiente, la que nunca contrario ni a sus propios hijos, tuvo la impresión de que aquel era un acto prohibido.
-Son papeles importante - dijo-
Nada de eso - dijo el coronel - . Son cosas que se escriben para uno mismo.
- Entonces - dijo ella - quemelos usted mismo, coronel.
No solo lo hizo, sino que despedazo el baúl con una hachuela y echo
las astillas al fuego"; (p.219).
El poeta quema su obra, y al contrario de Kafka no le encarga a ningún amigo su destrucción. Pero revela su sentido: en dichos papeles quizás supo quien era. Del mismo modo que al final el libro mismo se revela como otro secuencia cifrada resuelta en verso.
";Era la historia misma de la familia, escrita por Melquiades, hasta en sus detalles mas triviales, con cien años de anticipación. La había redactado en sánscrito, que era su lengua materna, y había cifrado los versos pares con la clave privada del emperador Augusto, y los impares con claves militares lacedemonias. (p. 508-509).
Y de ahí proviene, de la poesía misma, la clave definitiva que protegía y encerraba el secreto del ultimo Buendía y su estirpe:
"no había ordenado los hecho en el tiempo convencional de los hombres sino que concentro un siglo de episodios cotidianos, de modo que todos coexistieran en un instante" (p. 509)
El Aleph ya no es el vasto espacio del universo sino el infinito cosmos del tiempo. Por ello en una nota de prensa de 1981 hablara aun de "el prodigio de la poesía". Su exhaustivo y profundo conocimiento de la realidad colombiana, a través de su trabajo como periodista, no hubiera alcanzado el libérrimo vuelo de su autonomia creativa sin el soplo creador de la poesía a la cual ha sido fiel toda la vida, encarnada en Garcilaso de la Vega, Ruben Dario o Pablo Neruda, citados de modo reiterado en sus libros de ficción o convertido este ultimo en personaje de uno de sus cuentos. Y reafirmada en su brindis por ella, al recibir el Nobel. "El pasmo inexorable ante el misterio sin fondo de la poesía" es lo que García Márquez aprendió desde niño, nutrió con el piedracielismo y aun mantiene vivo. Una sola pueba de ello, este parrafo de Cien años de soledad . Parrafo de poeta piedracielista:
"La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no
tenían principio ni fin. Los escribia en los asperos pergaminos que
le regalaba Melquiades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios en el aire soporífero de las
dos de la tarde, Remedios en la callada respiracion de las rosas,
Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer" (p.63)
Para una estetica de la violencia
En 1950 un periodista bogotano, critico literario y gran lector de autores franceses, publica su único libro de cuentos: Cenizas para el viento. El primero de ellos, con seca eficacia, cuenta la historia de un barbero revolucionario que debe afeitar con su navaja a un capitán Torres, feroz represor de la insurgencia. Los mutila a balazos, colgados en la plaza del pueblo. pero la narración de Hernando Téllez (1908-1966) se carga de una intensidad expectante : ¿degollara el barbero a su enemigo?. El final tiene un laconismo de tragedia clásica. El barbero, ante la fácil posibilidad de la venganza, la rechaza: ";Nadie merece que los demás hagan el sacrificio de convertirse en asesinos". Y el capitán cierra el relato con una revelación sorprendente:
"Me habían dicho que usted me mataría. Vine para comprobarlo. Pero matar no es facil.Yo se porque se lo digo". Y siguió calle abajo".
vEn dos ocasiones utilizara García Márquez una situación afín, para estudiar una de sus preocupaciones centrales. Como el odio puede hacer de quien lo ejerce esclavo absoluto de su enemigo. Como lo dijo en Cien años de soledad en el memorable dialogo entre el general Moncada y el coronel Aureliano Buendía, el primero le reprocha al segundo:
"Lo que me preocupa - agrego - es que de tanto odiar a los militares,
de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, has terminado por ser
igual a ellos. Y no hay un ideal en la vida que merezca tanta abyección" (p.201).
En "Un día de estos", un breve cuento de solo tres paginas fechado en 1962, un dentista, Don Aurelio Escovar, tiene que extraerle una muela dañada al alcalde enfermo, sin anestesia.
"El dentista solo movió la muñeca. Sin rencor, mas bien con una amarga ternura, dijo:
- Aquí nos paga veinte muertos, teniente" (p.99).
El final se cierra también con una revelación. El alcalde, recobrada la prepotencia, ordena : "Me pasa la cuenta".
-A usted o al municipio?.
El alcalde no lo miro. Cerro la puerta, y dijo, a traves de la red metálica.
- Es la misma vaina" (p.99)
En La mala hora (1962) también el alcalde enloquece por un dolor de muelas, irrumpe en el consultorio del dentista, con tres soldados, rompe la puerta a culatazos, revuelven todo en busca de armas y al final se sienta en la silla y dice, revolver en mano:
"Anestesia - dijo.
Sus miradas se encontraron por primera vez
-Ustedes matan sin anestesia - dijo suavemente el dentista" (p.64).
La forma como el dentista lo observa, "con una atención compasiva", engrandece el duelo de estas dos voluntades, tan obstinada la una como tan firme la otra, con sus inermes pinzas de dentista. El dolor y la dignidad han vencido a la ciega voluntad de dominio. Y la lección de Tellez ha fructificado en terreno abonado.
Un parabola barroca
Jorge Zalamea (1905-1969), cercano amigo de Federico Garcia Lorca, sera notable traductor de toda la obra de Saint John Perse, e inteligente ensayista literario cuya obra La vida maravillosa de los libros(1941), recomendada por Carlos Martin, sera gozosa lectura del joven García Márquez. Exiliado político en Buenos Aires, del regimen conservador de Laureano Gomez y Roberto Urdaneta Arbelaez, remite a German Arciniegas en 1952 su obra El Gran Burundun- Burunda ha muerto, donde segun sus palabras intenta "encontrar una nueva formula retórica que restableciese el contacto, perdido a mi entender, entre el escritor y el pueblo", como afirma en su carta del 15 de julio de 1952.
Poema, relato, sátira o panfleto, como el mismo intenta en vano definirlo, esta nueva forma , "que, mas que leída, debe ser recitada, declamada, ante las masas a las cuales se dirige", integra también otro elementos.
Al describir el pormenorizado y rimbombante entierro de un dictador, el texto también posee la secuencia de un guión cinematográfico, con la vasta perspectiva de la avenida mas ancha y mas larga del mundo, y la soledad caracoleante y risueña del caballo preferido del dictador. Una larga panorámica donde Fellini y Buñuel asoman sobre el plomizo horizonte, digno de la arquitectura fascista y los desfiles de Nuremberg, en marcial ritmo de autómatas, desde los zapadores hasta los esbirros y soplones.
Solo que esta parábola sobre la extinción de la palabra, gracias a la palabra misma retoma la figura del dictador,desde el germinal Tirano Banderas de Valle-Inclan.
La censura, la represión y tortura que un astuto dictador ejerce sobre sus súbditos, se sustenta en la barroca riqueza de un lenguaje opulento. En los refranes y sentencias con que la palabra proclama las virtudes del silencio.
Un renacido Quevedo nos dirá:
"Que chillen si tienen hambre; que tosan si tienen frío; que bramen si están en celo; que gorjeen si están dichosos; que ronquen si dormidos; que cacareen si despiertos: que rebuznen si entusiastas; gañan si codiciados y gruñan si coléricos, pero que no hagan indecente inventario entre unos y otros de sus deseos , ni se estimulen sediciosamente en ellos fomentandolos con palabras" (Jorge Zalamea: El gran Burundú- Burundá, Bogotá, Arango Editores, 1989, p. 106)
El cadáver del dictador no es mas que un amasijo de viejos papeles: un papagayo embalsamado en su ataúd grandilocuente. Esa nada terminara por absorber en su vacío al ejercito, al partido, e incluso aquella secta venal - los periodistas - para los cuales reserva Zalamea sus mas lacerantes epítetos:
"Estafetas del chisme, lacayos del rumor, correveidiles de la calumnia, estilistas del "se dice", aurigas del escandalo, husmeadores de sabanas, correos del anónimo..." (p.129).
Nikos Kasantzaki, desde Grecia; el poeta alemán Erich Arendt, los dibujos de Fernando Botero, los de Roberto Matta mas tarde, mostraron la dimensión universal del Burundun.
Pero la astuta e inteligente habilidad de García Márquez para apropiarse de cuanto necesita para su intencion, ya entonces tan intuida como dificil de llevar a la practica literaria, de novelar Macondo y sus figuras esenciales encuentra en el texto de Jorge Zalamea un aliciente formidable. La exaltacion retorica de la palabra para mostrar la distancia insondable entre el pais formal y el país real se traslada del clima frio al tropico, del dictador "patizambo, corto de muslos y torso gorilesco", a la gran matriarca de "nalgas monumentales". Solo que ambos sustentaban su poder en la palabra. La palabra represora del primero, y la palabra con que la Mama Grande conserva "el predominio de su especie": la enumeracion de su patrimonio invisible. Todos los tópicos trillados con que el pais formal lanza su cortina de humo para ocultar violencia y explotacion, manejo y disfrute por unas mismas familias incestuosas salta en pedazos. "La pureza del lenguaje , los ejemplos para el mundo el orden juridico, la prensa libre pero responsable, la Atenas sudamericana". La feroz satira con que un joven escritor, forjado en el periodismo, desinflaba lo previsible de los editoriales patrioticos, ante cada crisis, o los discursos para coronar reinas de belleza, que el tambien cometio en su juventud.
Ante la matrona mas rica del mundo, que no solo era mortal sino que ademas se estaba muriendo, el texto descubre "los tres baules de cedulas electorales falsas que formaban parte de su patrimonio secreto" (p.177) e interrumpe "el blablablá historico para recordar como el cadaver de la Mamá Grande espera la decision a 40 grados a la sombre " (p.178).
Quedara apenas, como testimonio de la vacuidad ceremonial de su entierro, con Papa y Presidente incluidos, el propio cuento que leemos . El narrador mismo que "recostara un taburete en la puerta para contar esta historia". Leccion y escarmiento para las generaciones futuras. Faltaba pocos años en verdad para que desde el libro de cuentos Los funerales de la Mamá Grande(1963), cruzado en muchas de sus paginas por la presencia de los personajes de Cien años de soledad (1967) este ultimo les confiera orden, lugar y sentido. Los desarrolle en todas sus potencialidades. Incluso aquella del Coronel Aureliano Buendia oxidado por el poder y convertido en patriarca otoñal. Pero el poeta romantico, el cuentista estricto y el narrador desaforado ya estaban listos para emprender esta saga de mucha gente y un siglo integro.
Dos amigos
El escenario donde se conocieron es memorable: una noche de tormenta, en Cartagena de Indias, a mediados de los años cincuenta del siglo XX y desde entonces no han parado. Hablaron de "esa vaina" que resume el mundo y que incluye de paso la literatura integra.
Admiran a Pablo Neruda y dos de sus mas ceñidas novelas rinden homenaje a los mares de Joseph Conrad: un barco, un amor, un capitán que vence al destino. Se llaman El amor en los tiempos del cólera (1985) y La ultima escala del Tramp Steamer (1988) donde Alvaro Mutis pone en la primera pagina esta transparente dedicatoria: " A G.G.M. , esta historia que hace tiempo quiero contarle pero el fragor de la vida no me lo ha permitido".
Solo que para llegar allí hay varios otros hitos : el pasaje de avión que en 1954 Mutis le envía a García Márquez para que venga a Bogotá desde Barranquilla y entre a trabajar en El Espectador y la entrevista que García Márquez hace a Alvaro Mutis en agosto de 1954 en el mencionado diario donde Mutis esboza su opinión sobre Colombia como síntesis de lo americano:
"Vastas costas, cordilleras, llanos, selvas, todo eso sirviendo de marco a cien años de apasionadas guerras civiles, de sangrienta búsqueda de una nacionalidad, de un perfil, de una voz de América".
La voz que ellos iban a escuchar mejor en México, donde Mutis llega en 1956 y García Márquez en 1961. Allí se dará otra singular epifania: Mutis recibe y lee en la cárcel de Lecumberri los manuscritos que conformaran luego Los funerales de la Mama Grande, manuscritos que entregará a su amiga Elena Poniatowska y que esta pierde.
Pero lo admirable es como ambos, con empecinada ilusión, continúan escribiendo, en sitios aparentemente tan ajenos a las letras como la cárcel o una agencia de publicidad. Allí en México, otro momento revelador: la estruendosa voz de Mutis ordenando una tarea ineludible: Lea esa vaina, carajo, para que aprenda. Era el Pedro Páramo con que el parco Juan Rulfo le permitirá a García Márquez interpelar también a sus muertos.
Y encontrar el tono justo en sus páginas:
"El padre Renteria se acordaria muchos años despues de la noche en que la dureza de la cama lo tuvo despierto y despues lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo".
Hay la cariñosa solidaridad mientras se escribe Cien años de soledad cuya traducción al francés esta dedicada a Mutis, y el jubilo emocionado de escuchar la contenida, firme, insomne voz de Gabriel en una sala de Estocolmo, como recuerda Mutis en su poema Tríptico de la Alhambra al recibir el Nobel García Márquez.
"Para Alvaro Mutis, que me regalo la idea de escribir este libro".
Así comienza El general en su laberinto, publicado en 1989, la desolada meditación sobre los últimos días de Bolívar que se nutre no solo del magnifico cuento de Alvaro Mutis sobre el mismo motivo El ultimo rostro (1978) sino sobre todo de un texto anterior suyo: la conferencia sobre La desesperanza , dictada en 1965 en la Casa del Lago en México. Lucidez, incomunicabilidad, soledad, peculiar relación con la muerte, y reafirmacion de los sentidos en oposición al deterioro de los años y el clima . El trópico que todo lo consume: "el húmedo y abrasador clima de Macondo y la mansa fatalidad que devora a sus gentes", como concluye, al hablar de El coronel no tiene quien le escriba, cifra inolvidable de la desesperanza y pariente espiritual del Gaviero.
¿A que seguir?. Los amigos se quieren y se leen, se roban los temas. Comparten las ideas y discuten sobre Bolívar. Hacen publico el fraterno recnocimiento: "No podría decir que tanto hay de el en casi todos mis libros, pero hay mucho. Maqroll no es solo el, como con tanta facilidad se dice. Maqroll somos todos". Palabras de García Marquez en los 70 años de Mutis. He aquí una mínima parte del secreto entramado que me llevo a unir estas dos figuras en un libro de Lecturas convergentes (Taurus, Bogotá). Sin ellos no nos entenderiamos y el uno le dice al otro asuntos que a todos nos conciernen. Por eso vale la pena reconocer con admiracion cuanto han hecho juntos.
Estos han sido algunos de los amigos decisivos en el coloquio de García Márquez con la literatura colombiana. También Eduardo Zalamea Borda y Alvaro Cepeda Samudio como novelistas y el pintor Alejandro Obregon han merecido páginas de reconocimiento y admiración por parte del fabulista de Aracataca. Ahora, cuando nos disponemos a releer Cien años de soledad cuarenta años despues de publicada como el clásico que ya es bien valia la pena recordar estos fraternales estímulos. Estas lecturas apasionadas del joven García Márquez de su tradición colombiana.
Fuentes
La prehistoria poética de García Márquez ha sido rescatada por el pedriodista German Santamaría en dos ocasiones reproduciendo los manuscritos de los poemas. "3 poemas de amor de García Márquez" El Tiempo, Bogotá, 12 de diciembre de 1982, página 1B. "Nueve poemas de amor de García Márquez" Revista Diners, Bogotá, Octubre de 2002, páginas 18 a 22. "23 de abril", Revista de poesia del Taller Literario dirigido por Alvaro Miranda, No.1 Bogotá, abril del 2002, página 7 a 9.
Las citas del cuento de Hernando Tellez han sido hechas de su libro Cenizas para el viento, Bogotá, Norma, 2000 y las de Gabriel García Márquez de Todos los cuentos, Bogotá, Oveja Negra, 1994.
Sobre la relación García Márquez - Alvaro Mutis puede consultarse Juan Gustavo Cobo Borda Lecturas convergentes, Bogotá, Taurus, 2006.
Macondo perdura, la realidad se desvanece
Hemos asistido al paulatino milagro de ver nacer y consolidarse todo un continente narrativo: Macondo. Desde su núcleo primigenio, de sofocante atmósfera y estrictos limites, en La hojarasca (1955), hasta su expansión jubilosa en Cien años de soledad (1967) y sus derivaciones caribeñas tratese de El otoño del patriarca (1975) como El general en su laberinto (1989). También hemos visto como su escenario pasa de lo rural, en su natal Aracataca, hasta el pueblo de La mala hora (1962) para luego afincarse en un mirador privilegiada, con Cartagena de Indias, recreada una y otra vez, sea en El amor en los tiempos del cólera (1985) como Del amor y otros demonios (1994).
Desfilan allí personajes de muy diversa indole pero animados todos ellos por un furioso apego a la vida. Pero también por una lejanía distante, de siluetas enmarcadas en su soledad intransferible. Se ha hablado, claro esta, del poder que aísla e incomunica, tratese del coronel Aureliano Buendía, el Patriarca, e incluso el mismo Bolívar. Pero lo que importa es subrayar la potencia imaginativa de García Márquez, para recrear la peripecia vital integra. Visible desde la urdimbre infantil de los niños que observan el mundo, como el testig que en La hojarasca balancea las piernas en la silla muy alta, en el funeral del medico, hasta la senilidad exultante conque Fermina Daza y Juvenal Urbino continúan navegando mas alla de la muerte misma. Esa conquista de mas años a la extinción inexorable, incluso rompiendo las convenciones estatuidas, será también el motor de "Memoria de mis putas tristes " (2004). La vida no termina en la tercera edad. Y una película como la de China Zorrilla, Elsa y Fred es buena prueba de como la literatura de García Márquez ha incidido en la vida cotidiana ampliando el espacio en que convivimos y permitiendo que los abuelos todavía tengan amorosos papeles que desempeñar.
Narrativa que ha permeado la realidad con su estilo único, hecho de eficacia nominativa, hálitos de poesía, tradiciones legendarias, citas del Romancero, sentimentalismo a flor de piel, cultura popular y comprensión de las leyes históricas que rigen el continente y, mas aun, el país mismo. Piedad y humor, tragedia y comedia en un solo mundo que la literatura edifico.
Por ello resultaba significativo que cuando apareció Cien años de soledad la política fuese aparentamente quien legitimase a la literatura. Nacimiento del hombre nuevo, encarnado en el Che Guevara, auge de la guerrilla, arrancarle a la burguesía el privilegio de la belleza, "nuestra originalidad es el hambre" (Glauber Rocha) eran los topicos del momento. Quizás por ello no se vio con claridad el melancólico pesimismo de las postrimerías que impregnaba todo el libro. Este era una elegía por una estirpe, el desgaste inexorable de un proyecto colectivo que, aislado del mundo, buscaba los inventos que iban a volver mas grata la vida. Pero no solo la guerra, los gallos de pelea, las mujeres de mala vida y las empresas delirantes, iban a dar al traste con el poder renovador del telescopio o el tren. Ambos acentuarían el desgaste de esas semillas que buscaran, intrépida, afanosamente, prolongarse por mas de un siglo. La utopia se tornaba apocalipsis y la original ciudad de los espejos no seria mas que la herrumbrosa ciudad de los espejismos.
Pero lo decisivo es la perdurabilidad de la literatura misma, mas alla de la revolución que no se dio, mas alla de que en 1973 muriese Salvador Allende, mas alla de las dictaduras que se instalaron, criminales y despóticas por todo el Cono Sur. Una escena original donde un niño contempla un hombre muerto. De La Hojarasca a El amor en los tiempos del cólera, el mismo cadáver al inicio del texto. El mismo dictador, en el piso, atravesado como un obstáculo que sola la ficción puede vencer. Por ello ahora celebramos, en una nueva lectura, la profundidad histórica de un texto que dejo consignada sus perplejidades, al poner en boca de un general conservador, Jose Raquel Moncada, esta idea :
"Consideraba a la gente de armas como holgazanes sin principios, intrigantes y ambiciosos, expertos en enfrentar a los civiles para medrar en el desorden".
El único orden era entonces el de la palabra escrita. Su luminoso ámbito de autonomía y plenitud, el exorcismo critico de los males perennes, que García Márquez denunciaba una y otra vez: gobiernos sin pueblo, tierras escrituradas a los señores del pillaje: "Los terratenientes liberales, que al principio apoyaban la revolucion, habian suscrito alianzas secretas con los terratenientes conservadores para impedir la revision de los titulos de propiedad". Sus libros, releídos, se llenan de estremecedoras cargas de profundidad, que iluminan los sombríos tintes del fracaso con la ilusión empecinada que solo la literatura puede extraer de si misma. Por ello Macondo vive mientras la realidad degradada se anula, en su inutil reiteracion de horror y tedio.
La vida era la literatura, el esplendor nostalgico de Macondo y sus seres unicos y no este palido simulacro en que aun hoy nos debatimos.
40 años después
Que encuentro en la novela releida?. La perfeccion de su trazo y el habitual embrollo de sus Aurelianos y Arcadios trastocando sus caracteres, de algun modo, desde la cuna misma. Pero la riqueza de episodios, el golpe de gracia con que resuelve un destino - muere el coronel Buendia orinando contra un castaño, asciende a los cielos Remedios la Bella - confirma la justa observacion de Garcia Marquez : "Si le creen a la Biblia, porque no creerme a mi".
Suspension de la incredulidad, por supuesto, y la distancia de 40 años para comprender el condolido sentir. Lo miserable de esa saga arrolladora donde la fecundidad exuda su derroche por todas partes - los diecisiete Aurelianos no censados, animales que paren sin tregua en la abundancia azarosa del juego y la rifa - y finalmente, polvo, ruina y nada. El profugo volvera al redil. La parranda se trocara en elegia, y el aspirante a Papa se convertira, quizas como la gran pintura de Fernando Botero (1970) en melancolico travesti de bigote y camison. En fin. Como lo dice mejor el propio Garcia Marquez en su entrevista con Armando Duran (1968) : "Toda buena novela es una advinanza del mundo" y quizas su proposito inicial, como se lo revelo a Claude Couffon (1968) tambien era muy sencillo :
"Ahora pienso que lo que me interesaba en mi novela era sobre todo contar la historia de una familia obsedida por el incesto y que, a pesar de todas las precauciones tomadas por varias generacionnes, terminaba por tener un hijo provisto de una extraña cola de cerdo".
Pero la novela de la abundancia ilimite, de lo descomunal, que busca poner a ese nucleo aislado del mundo en contacto con los inventos que ayudan a vivir se caracterizara tambien por su sabia ironia.
"Con la temeridad atroz con que Jose Arcadio Buendia atraveso la sierra para fundar Macondo, con el orgullo ciego con que el coronel Aureliano Buendia promovio sus guerras inutiles, con la tenacidad con que Ursula aseguro la supervivencia de la estirpe, asi busco Aureliano Segundo a Fernanda sin un solo instante de desaliento" (p.258, en la edicion de Mondadori, 2004, por la cual cito)
Pero esa hazaña tendria un resultado fatal: se cierra la aventura y se inicia el formalismo. La expansion se convierte en paulatina entropia : "el circulo de rigidez iniciado por Fernanda desde el momento en que llego termino por cerrarse completamente, y nadie mas que ella determino el destino de la familia" (p.263). No llamar las cosas por su nombre, fingir ser algo mas que lo que en realidad se es : "Poco a poco, el esplendor funerario de la antigua y helada mansion se fue trasladando a la luminosa casa de los Buendia" (p.265).
De la aurora al crepusculo, esa "cachaca mandona", que habia descendido de los paramos, corta el impetu de la familia. Sintetiza, en un caracter mezquino y rigido si se quiere, pero sostenido en el inflexible rigor de sus prejuicios, lo que Garcia Marquez razono, en mayo de 2003, en su mensaje con motivo de los 200 años de la Universidad de Antioquia, sobre esa patria de paz con que habian soñado los abuelos :
"Sucumbio temprano en un regimen de desigualdades, en una educacion confesioral, un feudalismo rupestre y un centralismo arraigado en una capital entre nubes, remota y ensimismada, con dos partidos eternos, y toda una saga de gobiernos sin pueblo. Tanta ambicion solo podia sustentarse con veintinueve guerras civiles y tres golpes de cuartel entre los dos partidos, en un caldo social que parecia previsto por el diablo para las desgracias de hoy, en una patria oprimida que en medio de tantos infortunios ha aprendido a ser feliz sin la felicidad y aun en contra de ella" (Revista U. de Antioquia, No. 273 1973, "La patria amada aunque distante", p, 25)
Por ello la novela, como buena novela que es, engloba pestes del insomnio y guerras civiles, juegos de azar y mujeres de mala vida, el auge del banano y el resentimiento que engendra su caida luego que se va la compañia norteamericana, "la amarga soledad de las parrandas" y el muladar de la gloria, en un telon de fondo, sobre el cual se proyectan el duro y frio pedernal de esos seres incapaces de amar y obstinados en sus odios enervantes. Ni el diluvio de "cuatro años, once meses y dos dias" diluye sus querellas. Por el contario las exacerba, en rituales de muerte lenta, en la caja de herramientas con que Aureliano Segundo arma y desarma cerraduras inutiles, "en el vicio de hacer para deshacer, como el coronel Aureliano Buendia con los pescaditos de oro, Amaranta con los botones y la mortaja, Jose Arcadio Segundo con los pergaminos y Ursula con los recuerdos" (p.368).
Como lo vio bien Jose Miguel Oviedo (1968) la novela abarca tres circulos: la historia del coronel Aureliano Buendia, la historia de la familia Buendia, y la historia de Macondo mismo. Pero releida parece mas bien la historia de Ursula Iguaran que bien podria vivir entre los ciento quince y los ciento veintidos años sosteniendo la estirpe y la historia de Pilar Ternera desde la clandestinidad enseñandoles a todos los estremecimientos de la iniciacion sexual y el alivio de sus cuitas amorosas. Esta es, quizas, la otra novela que estamos en mora de descubrir.
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