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Viernes, 13 de octubre de 2006
Diálogo e interrogación, cifra y desciframiento, la lectura, como él mismo confiesa, es la pasión que desde siempre ha regido la existencia del poeta y ensayista colombiano Juan Gustavo Cobo Borda (Bogotá, 1948). Su afición por esta aventura circular, en la que se fundamenta su obra poética y ensayística, puede rastrearse además en los prólogos de las numerosas antologías poéticas sobre autores contemporáneos que ha preparado, en las monografías que ha dedicado a figuras señeras de nuestras letras como Borges, García Márquez y Álvaro Mutis, entre otros, y en los más de 300 títulos que en su trabajo de asesor del Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, llegó a editar en las diversas colecciones de esta institución.
No ha de extrañarnos, por tanto, que algunos de los principales volúmenes de su amplia obra ensayística, en la que imaginación y reflexión se encuentran íntimamente ligadas, formando una tupida red de asociaciones, aparezcan signados desde su título por esta empresa que nunca concluye: La alegría de leer, Leyendo América Latina, El oficio del lector, Leyendo a Silva y, su más reciente colección de ensayos, Lector impenitente, publicada en 2005 por el Fondo de Cultura Económica, en la que partiendo de textos fundadores de nuestras letras, como el Sumario de Gonzalo Fernández de Oviedo o Elcarnero de Juan Rodríguez Freyle pasa revista a algunos de los principales hitos de nuestras letras hispanoamericanas que han sido fuente constante de sus reflexiones: "La indestructible María de Jorge Isaacs", "El modernismo y los múltiples Daríos", el inagotable Borges, los numerosos libros reunidos en esa novela de la memoria que es Vivir para contarla de Gabriel García Márquez, "El murmullo inagotable de Juan Rulfo", la batalla verbal de Vargas Llosa, los parajes que divisa en su delirio el Gaviero de Álvaro Mutis, la mirada implacable y reveladora de Machado de Assís, la violenta marginalidad de la prosa de Rubén Fonseca, etc.
Nacidos del diálogo y la pesquisa, los ensayos de Juan Gustavo Cobo Borda, en los que la lectura aplicada a la crítica literaria presenta una vocación creadora, dilatan nuestro pasado a base de desempolvarlo y presentarlo ante nosotros bajo una nueva lumbre, tarea desmitificadora que de análoga manera cumple su poesía con el hombre, pues armada de sarcasmo e ironía, rescata, a fuerza de señalarle sus flaquezas, lo que puede ser salvado de sus sueños e ilusiones frustradas.
Su obra poética contenida en los libros Consejos para sobrevivir (1974), Salón de té (1979), Casa de citas (1981), Ofrenda en el altar del bolero (1981), Roncando al sol como una foca en las galápagos (1982), Todos los poetas son santos (1987), Almanaque de versos (1988), Tierra de fuego (1988), Dibujos hechos al azar de lugares que cruzaron mis ojos (1991) y El animal que duerme en cada uno (1995) es una crítica inclemente de la poesía y sus argucias, de cualquier tipo de grandilocuencia empleada por el poeta en el pasado, pues su trabajo en la búsqueda de la palabra inédita, como señala el mismo Cobo Borda, no consiste en hallar sino en perderse porque "un poeta es alguien destinado a renegar de sí mismo".
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