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Pero en realidad el verdadero heredero de Ruben Dario sera un
hombre nacido en Buenos Aires, Jorge Luis Borges (1899-1986),
quien en 1935 escribe una aguda nota sobre "Los traductores de las
1001 noches": el capitan Burton, Galland, Lane, el Doctor Madrus y
Enno Littmann. Todos ellos traducen la obra a su cultura, a sus
conocimientos y caprichos, a su animadversion con otros
traductores, a lo desaforado y mezquino de su imaginacioón. Las
observaciones sobre el Doctor Madrus son certeras:
?Madrus no deja nunca de maravillarse de la pobreza de "color
oriental" de las 1001 noches. Con una persistenca no indigna de
Cecil B. de Mille, prodiga los visires, los besos, las palmeras y
las lunas?.
Ya el Oriente es un tópico, unos escenarios desmontables para
filmar la siguiente escena, un pretexto no tanto para traducir
como para dibujar viñetas art-nouveau. Sin embargo esa traducción
tan poco veraz, "es la mas legible de todas". "Su infidelidad, su
infidelidad creadora y feliz, es lo que nos debe importar".
Este sano reconocimiento marcará todos los trabajos de Borges con
motivos arabes. Tal su cuento "La busca de Averroes", incluido en
El Aleph de 1949, tal su parábola en el mismo libro "Los dos reyes
y los dos laberintos", donde el rey de Babilonia hace pasar una
amarga tarde al rey de los árabes en el laberinto de piedra de su
palacio. El rey árabe, de regreso a su país, convoca a los
ejercitos, vence y arrasa Babilonia, y le ofrece a su rey su
propio laberinto, "donde no hay escaleras que subir, ni puertas
que forzar, ni fatigosas galerias que recorrer, ni muros que te
veden el paso."
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del desierto
donde murió de hambre y de sed. "La gloria sea con Aquel que no
muere", como concluye Borges ya convertido en narrador árabe que
salmodia sus formas rituales en el zoco.
Mas tarde, en El Hacedor (1960) vuelve ?a soñar lo ya soñado?, en
el poema titulado "Ariosto y los árabes". Muestra alli como lo que
"soñó la sarracena gente" lo recobra y mantiene el Orlando
furioso, incorporándose a su versos e imágenes, para cumplir asi
la fecunda polinizacion entre las culturas:
"esto, que vagos rostros con turbante
soñaron, se adueño del Occidente".
Es la literatura quien transmite y comunica, pone en contacto y
enriquece a los dos interlocutores del dialogo. El libro y su
hipotético lector futuro, refrendando quizas lo que Averroes habia
dictaminado en su anterior texto : ?dijo que en los antiguos y en
el Qurán estaba cifrada toda poesía y condenó por analfabeta y por
vana la ambicion de innovar?. Aqui Borges parece sonreirnos pues
modula un viejo acorde:
?Escoria de los sueños indistinto limo que el Nilo de los sueños
deja?,
para mostrarnos como un sueño Oriental, un corcel alado, que
contamina a Europa en la épica de este poema, retorna a la gente
que lo vio nacer, en "los desiertos de Oriente/ y la noche cargada
de leones", para contarnos, una vez mas, la milenaria historia:
"De un rey que entrega, al despuntar el dia,
su reina de una noche a la implacable
cimatarra, nos cuenta el deleitable
libro que al tiempo hechiza todavia".
Es hora, quizas, de terminar. Y nada mejor que estas palabras de
un ciego, Borges, quien en 1976, visita la Alhambra y siente lo
que sigue: "Grata la voz del agua/ a quienes abrumaron negras
arenas/, grato a la mano concava / el marmol circular de la
columna,/ gratos los finos laberintos del agua/ entre los
limoneros, / grata la música del zejel, /grato el amor y grata la
plegaria /dirigida a un Dios que esta solo, grato el jazmín".
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