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Leonardo da Vinci, "discípulo de la experiencia"

Juan Gustavo Cobo Borda

Vegetariano y homosexual. Zurdo y bastardo, este pintor de oleos llamado Leonardo da Vinci, utilizaba ante todo aceites de linaza y nogal y se proclamaba a si mismo discípulo de la experiencia. Dejo un total de 7200 páginas de manuscritos y un dibujo suyo, del tamaño de una tarjeta postal, que representa a un caballo y a un hombre que lo monta a pelo, fue vendido en Christies en el 2001, por 12 millones de dólares : el precio mas alto pagado hasta ahora por un dibujo.
Su infancia transcurrió en el campo, en la Toscana, conviviendo con los animales y sabiendo muy bien las fechas en las que estaban prontas las aceitunas para tumbarlas y preparar el aceite de oliva. Tambien supo de ese trabajo campesino, habitual en las mujeres de su región, de trenzar mimbres mojados y hacer con ellos lazos, nudos, de adorno o para cesteria. Esos intrincados enlaces asoman en muchas de sus pinturas y en la forma como se atan y configuran los peinados de sus mujeres como en el caso de Leda y el cisne.

En el vivaz y exhaustivo estudio de Charles Nicholl : Leonardo, el vuelo de la mente (Buenos Aires, Taurus, 2006, 699 paginas) se nos da una sumaria descripción de sus cuadernos, que es tambien un viaje infinito por sus intereses: "Los temas abarcan desde la anatomía hasta la zoología, pasando por la aerodinámica, la arquitectura, la botánica, el diseño de trajes, la ingeniería militar y civil, el estudio de los fósiles, la hidrografía, las matemáticas, la mecánica, la música, la óptica, la filosofía y la robótica, la astronomía, el diseño de decorados teatrales y la viticultura. La gran lección de sus manuscritos es que todo ha de ser cuestionado, investigado, examinado, trabajosamente analizado y devuelto a sus origenes" (p. 23)

¿Donde se formó entonces este campesino, hijo espurio de un notario?. En una ciudad italiana de 50 000 habitantes, rodeada por 11 kilómetros de murallas, donde había ciento ocho iglesias y treinta y tres bancos. Como lo dijo un ingenio de la época: "La avaricia es la pasión que hace posible la civilización" Los ricos mercaderes florentinos, pues de Florencia se trataba, encargaban obras de arte, con su perfil y el de su familia como donantes, para las iglesias, con los amplios márgenes de ganacia que les dejaban sus negocios. Conseguian asi no solo prestigio en la tierra sino quizas tambien la salvación en el cielo.

Hicieron de su ciudad un conjunto único: la catedral, con su cúpula de ladrillo, obra de Brunelleschi, que desafiaba al mismo cielo, en las palabras de Vasari. El elegante campanario, obra de Giotto. Las puertas de bronce del Batisterio, obra de Ghiberti. Los puentes sobre el Arno. Por todo ello se paseo Leonardo, midiendo, comparando. Acompañando a su padre, el notario, que pensaba incrementar sus negocios, sirviéndole a los señores de un palazzo situado en la via Larga. Alli los Medicis habian puesto en el patio estatuas de Donatello, en el dormitorio principal el cuadro de Paolo Ucello: La batalla de San Romano y en la capilla un notable fresco de Bennozo Gozzoli donde la cabalgata de los Reyes Magos era representada por los miembros de la familia. Sin olvidar, claro esta, la gran biblioteca creada por Cosimo de Medici.

Pero como aclara Nicholl, Leonardo no fué en realidad un protegido de los Medici. Les sirvió en ocasiones pero su mundo en verdad convivia con muchos otros mundos. El del taller de Andrea del Verrocchio donde se inició como aprendiz en la decada de 1460. Un taller peculiar que como lo dijo Sir Kenneth Clark bien podria llamarse "Verrocchio y Co." por la diversidad de sus intereses, tanto artísticos como comerciales: Producía, si , pinturas pero tambien esculturas en mármol, bronce, madera y barro; trabajos en oro, plata y hierro; lápidas funerarias, arcones de boda, gallardetes para justas, escudos heráldicos, armaduras y disfraces de teatro. Un ámbito ideal para el siempre curioso Leonardo. Cuya otra faz de tecnólogo tambien afloraba por aquellos años: cómo levantar grandes pesos, cómo arrancar los barrotes de hierro de las ventanas, como subir y canalizar las aguas. Como vencer con el ingenio y la mecánica la fuerza bruta de la gravedad.

De ahi su fascinación por el vórtice que todo lo succiona y ese taladro líquido de las aguas. Su primera aportación pictórica reconocida seria el pintar un perro terrier boloñes, una eléctrica agitación de pelos en movimiento en el cuadro de su maestro Verrocchio titulado Tobias y el angel. Y preservar a lo largo de toda su larga vida de realizaciones e incumplimientos, el sueño infantil de unas alas de pájaro para que el hombre remonte el vuelo. Tal el signo cardinal de Leonardo. Su asombrosa capacidad para pintar enigmáticos rostros femeninos envueltos en un aura onírica, siempre sobre abruptas montañas, y ser a la vez el minucioso dibujante de la imaginación tecnica del futuro -del helicoptero al submarino. Un hombre único, en definitiva.


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